"Hylas and the Water Nymphs"; Henrietta Rae (1909). |
FANTASÍA:
EL PAÍS DE LAS HADAS
C
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uando éramos niños, ¡aceptémoslo!,
nuestra imaginación volaba más y soñábamos con muchas
cosas maravillosas, que nos hacían transportarnos hacia lugares mágicos. Pero,
conforme crecíamos, nos empezamos a enfrentar a un mundo muy diferente, que —posiblemente
a la mayoría—, pudo hacernos cambiar nuestra visión de la vida, y a otros más, desilusionarnos. Y en esos lejanos tiempos de la
infancia, pudimos conocer, gracias a nuestros padres (principalmente):
los cuentos de hadas.
Pero
si hoy alguien nos preguntara: “¿Qué es un cuento de hadas?”, ¿tendríamos
alguna respuesta a ello? El famoso escritor de mediados del siglo XX, John
Ronald Reul Tolkien, mejor conocido en nuestros días como “J. R. R. Tolkien”
—cuyas obras, tales como “El Señor de los Anillos” o “El Hobbit”,
son ubicadas rápidamente por su fama—, nos advertía en su tiempo, que incluso,
el Diccionario de Inglés de Oxford no contaba con una definición al respecto.
Y, en cuanto a otras fuentes en la materia, lo más habitual era reducir la
definición a algo meramente “fantasioso” e “irreal”, que rozaba
con la idea de “algo que es falso”. Si somos muy atrevidos para dar
nuestra opinión, con esto que él mismo nos hizo mención, claramente podríamos
interpretar, que no había mucho interés, de parte de la gente, por tomar a
estas historias como algo relevante.
Por
su parte, Tolkien, ante la falta de nociones que prevalecía en su tiempo,
partió de la siguiente definición para ahondar en el asunto: «Seres
sobrenaturales de tamaño diminuto, que la creencia popular, supone poseedores
de poderes mágicos, y con gran influencia para el bien, o para el mal, sobre
los asuntos humanos».
Algo
que a él llamó la atención de dicha expresión, fue la facilidad con la que las
personas, calificaban a las hadas como seres “sobrenaturales”. Y es que Tolkien,
al indagar en su pensamiento, nos hacía la observación de que, si nos ponemos a
analizar detenidamente, llegaríamos a la conclusión, de que las hadas son, de
hecho, seres mucho más naturales que el propio ser humano. El vínculo tan
estrecho que tienen con la naturaleza es mucho más digno que el comportamiento
rebelde del hombre, que pareciera “sobrenatural” o indiferente para con ella.
Ahora
bien, en cuanto a la cuestión del tamaño, Tolkien hacía notar el hecho, de cómo
las costumbres de un país y su estructura social podían llegar a influir y
terminar repercutiendo, para asimilarlos de un modo u otro. Así, la figura de
las hadas comenzó a reducirse hasta llegar a lo diminuto, debido a la
delicadeza, a la elegancia y a la racionalización que imperaban en países como
Inglaterra y Francia. No menos importante, fue el impacto de las expediciones y
los viajes, que, poco a poco, empezaron a “hacer al mundo más pequeño”,
limitando la fascinación de los tiempos pasados y que, progresivamente, todo
buscaría materializarlo. Cabe destacar, que la idea generalizada de la sociedad
de concebirlos como seres pequeños “de las flores” y “revoloteadores
duendes con antenas”, le disgustaba mucho.
La
palabra “hada” es, relativamente, un término moderno que comenzó a
utilizarse poco antes del año 1500, pero de un modo inexacto. Las personas
siempre han asociado a estos seres con los extremos opuestos del bien y del mal;
en ocasiones con intenciones benevolentes de ayudar y premiar a los hombres, y
en otras, de causarles alguna desgracia. Tolkien, enfatizaba, que cuando
hablamos de “cuentos de hadas”, independientemente de sus
características, lo que cobra protagonismo es el “País de las Hadas”:
Fantasía.
“Fantasía
es una tierra peligrosa, con trampas para los incautos y mazmorras para los
temerarios. (…) Ancho, alto y profundo es el reino de los cuentos de hadas, y
lleno todo él de cosas diversas: hay allí toda suerte de bestias y pájaros;
mares sin riberas e incontables estrellas; belleza que embelesa y un peligro
siempre presente; la alegría, lo mismo que la tristeza, son afiladas como
espadas. Tal vez un hombre pueda sentirse dichoso de haber vagado por ese
reino, pero su misma plenitud y condición arcana atan la lengua del viajero que
desee describirlo. Y mientras está en él le resulta peligroso hacer demasiadas
preguntas, no vaya a ser que las puertas se cierren y desaparezcan las llaves”.
“El
conocimiento habla
y la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).