"Akhenaton, Nefertiti y tres de sus hijas" (Neues Museum, Berlín) |
AMENOFIS IV:
EL SIERVO DE ATÓN
A
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menofis IV fue uno de los
personajes más sobresalientes de la historia del Imperio Egipto. Este destacado
faraón es recordado —contrariamente por lo que muchos lo son—, no por sus
logros políticos o militares, sino por ser considerado, en palabras del
egiptólogo y arqueólogo Barry Kemp: “el primer reformador religioso del
que se ha tenido registro”.
Antes
de ahondar en el tema, es necesario resaltar las posibles causas que pudieron
motivarlo a iniciar una reforma religiosa de tal magnitud, misma que dio lugar
a muchas inconformidades en su tiempo, por tratarse de una idea que rompía con los
esquemas de sus antecesores. Por parte de su padre (Amenofis III) poseía
la sangre egipcia de su pueblo; pero por el lado materno (la reina Tiy) portaba
sangre fenicia e indoeuropea. Algunas teorías suponen que, si bien es cierto, que desde niño obtuvo conocimiento de la cosmogonía solar, así
como del sistema religioso en práctica, esta mezcla de culturas debió provocarle
la posterior inclinación hacia una ideología excéntrica a sus contemporáneos.
La
idea que proponía Amenofis IV no era del todo desconocida, pues ya años
atrás se rendía culto al Sol, el cual era representado bajo la
imagen de un hombre con cabeza de halcón. A dicha deidad se le conoció como “Atón”,
de quien los mitos primigenios egipcios decían, era el ser supremo y creador de
todo cuanto existe. Pero años más tarde, las ideas cambiarían: el dios “Amón”
cobraría predominio, acontecimiento que se vio reflejado en el gran poder
adquirido de parte de la clase sacerdotal.
Al
llegar al poder, Amenofis IV suprime el entonces culto vigente a Amón,
al igual que del resto de dioses del panteón egipcio; a la vez que se
autonombra: “Sumo Sacerdote de Atón”, removiendo de su cargo al “Sacerdote
de Amón” en turno, devolviendo la dignidad del olvidado dios. Esto dio
lugar al “Atonismo”, dogma monoteísta que confesaba su fe en el “dios
que está oculto”. Este proceder ocasionó la pérdida de importantes privilegios
de los sacerdotes, originando —como sería de esperarse— serios disgustos con el
soberano. Finalmente, Amenofis IV termina por cambiar su propio nombre
por el de “Akhenatón”, cuyo significado es: “Servidor de Atón”.
A
diferencia a como el dios Atón era originalmente representado (hombre
con cabeza de halcón), Amenofis IV decide desproveerlo de toda imagen y
materia, concibiéndolo como un ser en estado de pureza plena: el espíritu
supremo. Su única representación sería como un disco rojo del que los
rayos son proyectados, tocando a los monarcas y otorgándoles el poder y la vida.
Los
puntos principales de la nueva doctrina conciben a Atón, no sólo como el
Único Dios, sino como un padre amoroso. Pues no
sólo se limitó a crear a los seres vivos y a lo inanimado en un acto de
voluntad, sino que, todo el tiempo ha mostrado —y continúa mostrando—
preocupación por proveerles de los recursos necesarios para su sustento.
Asimismo, no es una divinidad exclusiva del pueblo egipcio, sino que, su
providencia abarca a todas las naciones. De acuerdo con esta concepción, la
felicidad puede ser encontrada por el ser humano sólo si aprende a conducirse
con el conocimiento del bien y la verdad.
“La
Alabanza de Atón”
fue un himno y obra religiosa escrito por Amenofis IV, muchos años antes
que los Salmos de David. He aquí unos extractos que nos sobreviven:
“Tu
aurora es hermosa en el horizonte, ¡oh, vivo Atón, principio de la vida! Cuando
tú apareces en el Levante llenas la tierra de tu hermosura. Tú lo has unido
todo con amor. Tú estás lejos pero tu luz acaricia la tierra; tú estás en lo
alto, mas tus huellas dan el resplandor de los días.
Cuando
te escondes en el Poniente la tierra se sume en las tinieblas como los muertos
en sus sepulcros. Por ello cada día es Día de Fiesta para Egipto. Los rebaños
descansan en la hierba, las plantas florecen y las aves cantan; sus alas se
levantan en adoración cuando tú has brillado.
Tú
creas al hijo del hombre, tú fabricas su simiente. Le das vida y lo cuidas
antes de nacer. Y cuando le llega su hora, abres su boca y le das alimento.
¡Cuán
múltiples son tus obras! ¡Cuán incomprensibles para nosotros! Único Dios, tú has
creado las cosas según tu corazón”.
“El
conocimiento habla
y
la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).