miércoles, 22 de enero de 2020

JUEGO DE PELOTA: "Era una representación de la concepción sagrada, de los mayas, sobre el Universo; es decir, de esa lucha eterna de las fuerzas del cosmos por encontrar el equilibrio".



JUEGO DE PELOTA: EL DEPORTE MÍSTICO MESOAMERICANO 

S
iempre se ha hablado de la existencia de dos fuerzas, que conducen e influyen, en la naturaleza y en el ser humano. La lucha de los polos opuestos es un concepto, por todos conocido, en el mundo occidental de nuestros días y, sobre todo, para quienes profesan religión alguna.

Así, no es indiferente, para nosotros, cuando escuchamos que el bien siempre está en duelo con el mal; que la luz está en contra de la oscuridad; o que el frío está en disputa con lo caliente, por ejemplo. Esto también es conocido, por otros muchos, como lucha de la dualidad. Y aunque pudiera pasar como un aspecto casi o nada relevante en fecha actual, si nos trasladamos a tiempos pasados, nos daríamos cuenta de que fue algo importante para nuestros ancestros.

Pok Ta Pok, es el nombre como se le conoce, por la Historia, al célebre juego de pelota prehispánico que, en muchas obras extranjeras y no sólo literarias, sino también de entretenimiento, se ha hecho alusión; aunque no siempre de un modo específico o exacto. Pero que, gracias a dichas evocaciones, tal vez muchas veces, inexactas, nuestras tierras se han hecho atractivas a nivel internacional. Así encontramos, por ejemplo, referencias como en la película “El Camino hacia El Dorado” de Dreamworks Animation, o en el escenario ficticio ‘Mayahem Temple’, de tinte prehispánico, del videojuego “Banjo-Tooie” de Nintendo. Aunque existen muchas más.

El juego de pelota era una representación de la concepción sagrada, de los mayas, sobre el Universo; es decir, de esa lucha eterna de las fuerzas del cosmos por encontrar el equilibrio. Los campos de juego en Mesoamérica podían variar en tamaño. No obstante, una característica en ellos era que, la forma del área consignada para esta finalidad solía ser angosta pero larga, delimitada por dos muros paralelos; en donde la acción se llevaría a cabo del extremo este, al extremo oeste, simbolizando con ello, el momento de la aparición y el ocaso del sol. Se tiene registro de que en Chichen Itzá estaba localizado el más grande; y más aún, algunos aseguran que, únicamente los mejores jugadores, eran dignos de poder jugar en la explanada de este esplendoroso centro ceremonial.

Una característica más y un tanto peculiar, es que dichas estructuras solían ser ubicadas en las zonas más bajas de todo el complejo ceremonial. Se presume que esto podía ser, debido a que se trataría del simbolismo que encarnarían los jugadores, como “seres divinos”, al descender al inframundo, para competir contras los seres de la oscuridad. El movimiento de la pelota (aspecto trascendental del ritual), vendría a adquirir connotaciones representativas del dinamismo de los astros y, principalmente, del sol.

De acuerdo con el testimonio de distintos cronistas, tras la llegada de los españoles a América, hablando de personajes claves, tales como Fray Bernardino de Sahagún o Alonso de Molina, los miembros de los equipos debían prepararse para su encuentro haciendo expiación y ofrecimiento a los dioses, previamente. Pues debe tenerse muy en cuenta, que se trataba de un acto solemne y de mucho respeto.

El juego consistía, básicamente, en mantener en movimiento la pelota de caucho, la cual podía ser golpeada por los jugadores con el hombro, el antebrazo, los codos, las caderas o las pantorrillas (esto dependía de la ubicación geográfica y de la Cultura que lo practicaba). El juego culminaba cuando un jugador, lograba introducir la pelota, en uno de los aros ubicados a casi nueve metros de altura. Así, situamos ciertas variantes de este deporte; por ejemplo, en algunas partes de Oaxaca se le conoció como “Taladzi”, las etnias de lengua náhuatl llegaron a nombrarlo como “Tlachtli” o bien, como “Ulama”, en otras zonas del país.

Regresando con los mayas, se ha afirmado que la competencia era una remembranza del enfrentamiento de los hermanos divinos: Hunahpú e Ixbalanqué, quienes bajaron al inframundo para retar a los dioses de Xibalbá en este juego. El propósito, definir el destino del Universo; por lo que, tras su triunfo, los hermanos se transformaron en el sol y en la luna, respectivamente. Tampoco era indiferente, en otros pueblos, la rivalidad atávica de Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, símbolo de naturalezas opuestas. De allí que, al investigar en torno a este tema, es muy probable que nos encontremos, con las dudas de los historiadores sobre cuál era el destino del perdedor.

Existen estudiosos que sostienen, que el juego de pelota sirvió como una alternativa para evitar la guerra. De este modo, los pueblos resolverían sus controversias políticas y patrimoniales mediante este enfrentamiento en la cancha. Según el historiador Ixtlilxóchitl, Ce Ácatl Topiltzin (el gran mensajero de Quetzalcóatl), incluso disputó el gobierno de determinadas tierras mediante este juego.

Por otra parte, quienes se inclinan a pensar que el vencedor era sacrificado, mencionan que cada uno de los jugadores se preparaba con entusiasmo y fervor durante toda su vida, con el único deseo de llegar a ser merecedor, no sólo de competir en el gran estadio, sino de alcanzar tal hazaña; para así convertirse en la deidad que armonizaría el orden cósmico, siguiendo el ejemplo de los hermanos divinos.

En lo que respecta a hoy en día, el juego de pelota es uno de los tantos temas que atraen a los extranjeros para visitar México. Las épicas historias que los grandes edificios antiguos encierran, son un tesoro que debe ser conservado y difundido por los mexicanos; pero, ante todo, apreciado por todos nosotros.


“El conocimiento habla
y la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).