Obra del pintor mexicano: Jesús Helguera |
“El indio informa, Marina traduce, Cortés dicta
y
el escribano escribe” (Muñoz Camargo).
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que hablamos de épocas pasadas, y más aún, tratándose de tiempos mayores a
quinientos años, sabemos que esto implicará que, la mayoría de las veces, la
historia o los sucesos relatados y escuchados por nuestros mayores, se vean
matizados con ese toque de heroísmo y/o romanticismo que roza con la epopeya; convirtiéndose
en leyenda. Siendo de esta manera, cómo pasará a las futuras generaciones como
parte de un repertorio valioso.
La historia de la Conquista de México,
por las fuerzas españolas, es exactamente uno de esos acontecimientos
nacionales que se encuentra rodeado de ese halo de heroicidad, entrelazado con
la realidad. Lo que dificulta y hace imposible, en nuestros tiempos actuales,
rescatar la versión auténtica y objetiva de los hechos. Los cientos de libros y
los distintos criterios adoptados por los investigadores, sobre el tema a
tratar, lo dejan más que claro. Pero al final, siempre algo terminaremos
conociendo de eso que mucho nos dicen, y eso es lo importante.
Un evento sustancial para el devenir
histórico del pueblo de México, tal cual hoy lo conocemos, fue la figura de una
mujer nativa de estas tierras por aquellos lejanos años: “La Malinche”. Querida
por muchos compatriotas mexicanos, rechazada por otros más. A pesar de haber
fallecido hace ya más de cuatro siglos, algo es evidente: su herencia prevalece.
Nacida bajo el nombre de “Malinalli”, alrededor
de 1505, en su biografía encontraremos cómo sus orígenes yacen inciertos. La
versión más difundida es la que asevera el historiador Francisco Xavier
Clavijero, en la que se afirma, nació en zona alguna de la actual ciudad de
Coatzacoalcos, hoy perteneciente al Estado de Veracruz; la cual, por ese entonces,
fungía como antigua urbe de título olmeca. Otra versión es la que corresponde
al cronista español, Bernal Díaz del Castillo, quien, por su testimonio, relata
que ella y su familia eran señores y caciques de un pueblo llamado “Painala”,
de dominio azteca. Esto ha dado lugar, en muchas ocasiones, a que se señale a
esta población como su lugar de nacimiento; sin embargo, debería entenderse,
que únicamente ésta figuraría por tratarse de sus tierras de dominio, no de origen.
Desde muy temprana edad, su vida
estaría marcada por el sufrimiento y la desgracia. Siendo aún niña, su padre muere
asesinado cruelmente a manos de los propios mexicas, debido a desacuerdos en el
pago de tributos de ese territorio a su mando; provocando así, que la herencia
por el futuro del gobierno de las tierras, del ahora difunto cacique, se
encontrara incierta. La historia nos dice, que su madre contrajo de nueva
cuenta nupcias, y dio a luz a un hijo, con su reciente esposo. El matrimonio concertó
que el título le correspondería al niño, por lo que buscaron la manera de
deshacerse de Malinalli, entregándola a los comerciantes de esclavos de la
época.
Su condición de esclava y el contacto
directo con dos etnias de habla distinta, maya y náhuatl, le permitieron
desenvolverse fácilmente en el aspecto lingüístico; algo que posteriormente, tras
conocer a Hernán Cortés, resultaría vital para el entendimiento entre indígenas
y españoles, en la expedición europea por la colonización del Nuevo Mundo.
Hasta antes de que el conquistador la descubriera, la comunicación con los
indios se basaba exclusivamente en señas, como sería de esperarse; esto sin
contar la desconfianza, por la traición siempre latente, de estos hacia los
españoles, en la posible transmisión de una falsa información.
Malinalli fue entregada a Cortés como botín
de guerra, de parte de los derrotados indígenas de Tabasco, junto con otras
diecinueve mujeres, en un acto de sumisión y rendición. Todas fueron bautizadas
y, con ello, adquiriendo un nombre nuevo, por lo que ella fue llamada entonces:
“Marina”. Grata sorpresa cuando se percataron de que era bilingüe, pues esto
condujo a la creación de una cadena de traducción, en donde Marina traducía del
náhuatl al maya y, Gerónimo de Aguilar (náufrago español que fue hecho
prisionero por los mayas, y que vivió con ellos por buen tiempo), del maya al castellano.
Con el tiempo, Marina comenzó a dominar el castellano a la perfección, por lo
que la ayuda de Gerónimo de Aguilar ya no fue necesaria, convirtiéndose en “Doña
Marina”, la mujer inseparable de Cortés en su travesía.
Una anécdota narra, cómo tiempo
después, Marina se encontró con su hermanastro y con su madre, quien de niña la
había entregado en las manos de los traficantes de esclavos al morir su padre, pero
que ahora, su pueblo había sido sometido. Se dice que la mujer se sorprendió,
al enterarse, de quién era ahora la mujer indígena que gozaba de amplios
poderes y del reconocimiento de los conquistadores, disculpándose y rogándole
misericordia. Y pese a que los soldados esperaban la orden de ejecución, Marina
los abrazó y les perdonó la vida, diciéndoles que no tuvieran miedo, y que al
haber hecho lo que hicieron con ella, la alejaron de adorar a otros dioses para
volverse cristiana.
La importancia de Marina fue esencial
en los primeros años de la Conquista. Gracias a ella, los europeos lograron el
primer acercamiento con la Cultura Indígena, conociendo no sólo el aspecto
político, sino también el social, el militar y por supuesto, el religioso. Incluso,
se le adjudica a ella, la transmisión a Hernán Cortés, de la creencia de los
pueblos nativos en el regreso del “Señor Quetzalcóatl”, como era
llamado.
Un caso histórico muy curioso, es
cuando recordamos la leyenda de la partida de Quetzalcóatl, de quien se dice,
se despidió en lo que hoy es Coatzacoalcos, yéndose por el Golfo de México para
perderse en el horizonte, bajo la promesa de un día volver con su pueblo. Es
interesante que Malinalli naciera precisamente en Coatzacoalcos, y que fuera
ella quien, con su habilidad y destreza en el manejo de la lengua, fuera la “llave”
de acceso a las tierras del Nuevo Mundo para los conquistadores españoles;
quienes, a su vez, fueron confundidos como parte de la señal mesiánica, del
retorno de la Serpiente Emplumada. Pues siempre se ha dicho, que los dioses
vienen en calidad de “guerreros”, para sacudir las instituciones decadentes y, con
su doctrina salvadora, renovar la sociedad.
No se tiene un dato exacto sobre los
últimos días de la vida de Marina. Antes de esto, se sabe que tuvo un hijo con
Hernán Cortés: Martín, al que tiempo después, se le logró declarar “hijo
legítimo” de su unión con ella. Desafortunadamente, años más tarde, cuenta la
historia que Cortés se separaría de Marina, lo que posteriormente, estimularía la
imaginación de los escritores, sobre el triste desenlace de la mujer que, desde
el inicio de su vida, estuvo marcada por la traición y el rechazo: por su
familia, por su pueblo, por su amado y hoy, incluso, por muchos mexicanos. Y a
todo esto, lo cierto es, que prescindiendo de los criterios personales que cada
uno pueda tener, su presencia en la historia de nuestro país fue significativa,
permitiendo un acercamiento radical entre dos razas, separadas no sólo por el
mar, sino por el pensamiento.
(Jimi Hendrix, 1942-1970).
“El conocimiento habla
y la sabiduría
escucha”(Jimi Hendrix, 1942-1970).