EL
MAL DE OJO: ENERGÍA NEGATIVA
L
|
os indígenas, en México, consideraban, que los ojeadores podían ser —principalmente—
de tres tipos. Primeramente: aquellos que han estado expuestos a lo caliente
(gente acalorada; gente que estuvo rodeada con otros más; personas expuestas al
sol; individuos que hubieren ingerido bebidas alcohólicas y/o embarazadas).
Segundo: los “aires” provenientes de la lluvia. Tercero: personas
nacidas con la mirada pesada; incluso los animales podían llegar a tener esta
propiedad.
Se dice, que la
intervención de un médico, como tal, podría ser peligrosa y, por lo tanto,
podría ser lo menos conveniente; pues al tratarse de una situación ajena al
campo científico, éste podría diagnosticar incorrectamente, llegando a ser,
incluso, contraproducente. La figura del curandero era y, continúa siendo
todavía en muchas partes, esencial para el tratamiento del mal de ojo. Entre
los diversos modos de tratamiento del padecimiento, se encuentran los baños a
los niños y el uso de determinadas plantas medicinales. Por ser un mal surgido
del “calor”, son requeridas hierbas frescas como: la albahaca, la
valeriana, la ruda y la hierba santa, entre otras.
En muchos casos, se
emplea el lavado de la cabeza para refrescarla. No puede faltar la
pronunciación de oraciones y, para muchas situaciones más, se solicita la
presencia de los ojeadores para que abracen o toquen al niño, y así, de esta
manera, terminar con la conexión.
Algunos indígenas,
presumen, que la energía negativa se concentra en ciertas personas, en las
orejas, en las cejas, en la cabeza, en la frente y, en algunas más, en el
centro de las palmas de las manos, en las plantas de los pies y en las
coyunturas. Un método eficaz y muy difundido, es el tratamiento mediante la
frotación de un huevo de gallina, al paciente. Es lo que se denomina “limpia”,
al igual que si se utilizara una planta.
Los terapeutas
indígenas, llegan a dominar la técnica de la ovomancia, la cual consiste, no sólo
en la limpia mediante el uso del huevo, sino que, además, ofrecen el
descubrimiento del origen del mal padecido.
Al hablar de la
profilaxis, se citan objetos apotropaicos que alejen las energías negativas. En
muchas culturas del mundo, por ejemplo, se ha oído hablar del nazar
(Turquía), del ojo de Horus (Egipto), el Jamsa
(Oriente Medio) y la runa Tyr (Europa), como reliquias
protectoras para el desviamiento de este mal. En México, es común el uso de
cintas, pulseras y collares de color rojo; de modo que redireccionen la mirada
de los ojeadores.
Famoso es el “ojo
de venado”, semilla empleada como ornamento personal, que aparta el mal
de ojo a quien lo porta. Según se relata, es debido a la forma de “ojo”,
como su nombre bien lo expresa, por lo que este amuleto debe su eficacia; y a
la par, la forma de los ojos humanos, tienen cierta semejanza con un huevo, por
su forma ovalada. Y de acuerdo con muchas culturas, el huevo es símbolo del
inicio de la vida y, por lo tanto, sagrado y de respeto.
¿Realidad o
superstición? Lo cierto es, que se trata de un tema muy difundido y enseñado por
muchos miembros de las etnias mexicanas (y también en muchos lugares del mundo,
sorprendentemente), hasta hoy en día, que aún conservan, su rico bagaje
cultural.
Y aunque la ciencia
sea la que nos dirija y nos conduzca en la actualidad de nuestro mundo, no
podemos descartar la posibilidad, de que existan muchas circunstancias que
escapen, o que se encuentren fuera del alcance de nuestra comprensión humana.
“El
conocimiento habla
y la
sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix,
1942-1970).