Theodosius Dobzhansky |
LA VIDA: LA LUZ DE LA
EVOLUCIÓN
A
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pesar de que la especie humana ha transitado
por este planeta —a lo largo de, poco más, de tres mil años—, y a pesar de que,
en carne propia, la ha experimentado; la vida continúa siendo un enigma. Tener
la certeza sobre el auténtico origen de nuestros ancestros —tratándose de algo
puramente terrenal, o como producto de un proyecto divino—, es algo que, al
menos de momento, no podríamos dar respuesta.
Si en este preciso instante se nos preguntara: “¿Qué es lo que hace diferente a un ser vivo
de aquello que es inanimado?”: ¿Tendríamos, acaso, algo para contestar? Muy
probable sería argumentar, desde un plano filosófico o místico, que los seres
vivos han sido dotados de una energía, de un alma o de un espíritu (dependiendo
de la formación personal recibida). No obstante, si únicamente nos enfocáramos
al plano estrictamente racional, más rápido encontraríamos la solución, en base
a la percepción de lo cotidiano y a las conclusiones científicas.
Lo que hace a un ser vivo diferenciarse del
resto de la materia, es la capacidad de generar “copias” de sí mismo, y en la
mayoría de los casos, por voluntad y decisión propia. En otras palabras, la
capacidad que tienen las especies para reproducirse y dar descendencia, generando
individuos con características no iguales, pero sí muy similares, a la de los
progenitores; y que a su vez, estos continuarán con la misión, en un futuro, de
conservar la especie mediante la procreación. Hablamos, entonces, de la
formación de un linaje: de hacer y crear vida.
Pero esto, con un objetivo implícito por la
naturaleza, que es la del mejoramiento de las especies, a través del fenómeno
de la Evolución. Bien expresó el científico Theodosius
Dobzhansky: “Nada en Biología cobra sentido, si no es a la luz de la Evolución”.
Y en efecto, a través de los años, los organismos se han visto en la lucha por
la supervivencia, tratando de salir victoriosos de los innumerables obstáculos
que el ambiente les ha colocado para permitirles continuar existiendo. Desde
este punto de vista, podría explicarse a la vida como un derecho o una recompensa.
Dobzhansky, en su pensamiento, destacaba la
maravilla de la biodiversidad en la
tierra, y cómo es que a pesar de lo “diferente”
que pudiera resultarnos, la vida se resumiera en una admirable unidad. La base
del genoma y la herencia, viene fundada en la información contenida en el ADN y
en el ARN (según sea el caso); esenciales para dotar a las células del
organismo de las instrucciones necesarias para la supervivencia. Dos moléculas
aparentemente insignificantes, pero piedra angular para la Biología moderna;
que, por mucho tiempo, a los propios científicos les resultaba absurdo
concederles relevancia. Actualmente, todo permitiría suponer la existencia de
un principio para la vida. Pues las formas y los mecanismos biológicos, resultan
más parecidos conforme nos aproximamos a los niveles microscópicos y moleculares.
Para Theodosius Dobzhansky, el concepto
evolutivo es lo que nos permite alcanzar una explicación congruente de los
diferentes fenómenos biológicos. He allí, la importancia de la Genética para
clarificar las causas que dan lugar a la variabilidad, así como los procesos necesarios
para la transmisión de los caracteres hereditarios.
Ante los impresionantes alcances tecnológicos, que
hoy la ciencia concede a la raza humana, es imposible no cuestionarnos sobre la
“naturaleza” última de la vida misma.
Si el hombre y la mayoría de las especies cuentan con la voluntad para “crearla”: la existencia, ¿es causa o
consecuencia? Independientemente de la opinión que cada uno elija como correcta,
la vida es, para todo ser viviente que disfruta de la dicha de tenerla, una
victoria: la luz de la evolución.
“El
conocimiento habla
y
la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).