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a forma en que somos identificados y
conocidos por los demás, tiene que ver por mucho, con nuestro nombre, lo que es
parte importante de nuestra identidad al igual que de nuestros apellidos. La
razón del porqué se nos registró bajo esa designación, puede atender a varios
factores.
Hablar
del origen de nuestros nombres puede obedecer simplemente al gusto de nuestros
padres, por algún personaje importante de nuestra familia o un famoso, ya sea
histórico o actual; en honor a un actor o actriz de cine o al deportista de
moda.
Se
cuenta que en décadas pasadas, los nombres para los recién nacidos eran
asignados de acuerdo a los nombres del santoral de la fecha del calendario, correspondientes
al día de su nacimiento. Aunque también
se estableció el heredar los nombres de los padres o de los abuelos.
El
hecho de tener un nombre ha significado desde los tiempos antiguos, un sinónimo
de personalidad. Tal es el hecho que, por costumbre, se llegan a identificar a
cosas con nombres de personas, incluyendo a las mascotas.
En
el transcurso del tiempo, los nombres fueron haciéndose más comunes y
repetitivos, por lo que se identificaba a la persona en base a su lugar de
nacimiento, para diferenciarla de otras, buscando evitar confusiones.
Afortunadamente, el apellido vino a solucionar esta problemática. Considerado
como un sello distintivo de la estirpe de una familia, lo que resultó una buena
estrategia para hacer la diferencia.
Tenemos
que reconocer, que dentro de nuestra sociedad existen nombres que son de origen
extranjero. Esto se debe a la influencia cultural, en el caso de países que
fueron conquistados por otros, los cuales tuvieron que adoptar el idioma y la
religión; o por inmigrantes que echaron raíces en un nuevo país.
Un
caso muy significativo son los nombres de origen hebreo en la mayoría de los
países, en donde el Catolicismo y las derivaciones Cristianas han hecho
presencia. En diferentes idiomas, de uso común y muy habituales, a tal grado de
considerarse propios del lugar.
Los
apellidos pueden tener diferentes orígenes, de los cuales no haremos mención en
este momento, ya que sería entrar en muchos detalles por las diferentes formas
de adaptación de cada zona del mundo. En muchos países se acostumbra a usar
sólo un apellido, el del progenitor; mientras que en otros, se lleva el de
ambos padres, como es el caso concreto en México y Latinoamérica
Cualquiera
que sea la causa, el hecho es que hay que pensar correctamente el nombre para
los hijos, ya que pueden llegar a formar un complejo para la persona, por tener
un nombre que no sea de su agrado. En ocasiones, habrá que desistir de aceptar
sugerencias, principalmente de familiares, ya que pueden llegar a influir a
tomar una mala decisión, sólo por el hecho de escoger un nombre de algún abuelo,
tío, etc., que no sea el apropiado para el infante. Así se evitarán problemas y
cuestionamientos para cuando les pregunten: ¿qué fue lo que orilló a tomar
esa decisión?
Como
último dato y sugerencia, es conveniente ver que el nombre y los apellidos
armonicen entre sí, para lograr una buena combinación y no dejarse llevar sólo
por los nombres de moda, que con el tiempo se puedan llegar a arrepentir.
“El
conocimiento habla
y
la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).