viernes, 7 de febrero de 2020

PAYASOS: "Su figura ha estado presente desde hace varios siglos y es considerado un arte. La historia señala el protagonismo de los bufones en las cortes; quienes, incluso, llegaban a gozar de ciertos privilegios, por la empatía lograda con los altos gobernantes".


PAYASOS: MIEDO O ALEGRÍA

M
uchos de nosotros, desde la infancia, hemos sentido miedo hacia algo. Trátese, en este caso, de algún objeto, animal, o personaje en especial. Hay quienes le temen a un diminuto bicho; otros, a escasas o considerables alturas. Dependiendo del individuo y las circunstancias, estos temores pueden desarrollarse, bien, desde una corta edad, durante la adolescencia, e incluso, en la etapa adulta.

Este sentimiento de inseguridad es causado por una experiencia traumática, que se vive, en un momento determinado. Y por irónico que parezca, en ocasiones, al intentar los padres, crear un ambiente agradable, o pretender ganar una sonrisa (tratándose de niños), en vez de ello, resulta contraproducente. Uno de los miedos más comunes, se asocia con esos simpáticos personajes que pueden verse por las calles o en el circo: los payasos.

Los payasos, en general, cuentan con la aceptación del público. Pero, para un determinado sector es totalmente opuesto; recayendo más en los niños. Entre las causas que se le adjudican a esta anormalidad, en el comportamiento de los menores, es a la incertidumbre ante el desconocimiento de la verdadera identidad del disfrazado. Pero siendo honestos, esta explicación resultaría insuficiente.

La personalidad proyectada durante el acto, a través de diferentes recursos, tales como: la risa de expresión burlesca, calzado de tamaño exagerado, atuendo colorido, un maquillaje grotesco, así como el uso de peluca abundante o casi nula, son factores que no pasan desapercibidos, e incrementan la desconfianza hacia estos personajes.

La figura del payaso ha estado presente desde hace varios siglos, y aunque quizá, muchas personas no lo sepan, es considerado un arte. Ciertamente, su papel se encontraba en calidad de miembro de la servidumbre, pero la historia también nos señala, el protagonismo de los bufones en las cortes; quienes, incluso, llegaban a gozar de ciertos privilegios, por la empatía lograda con los altos gobernantes.

Algunas fuentes señalan, la oportunidad de la que gozaban aquellos de mayor jerarquía, al exponer opiniones un tanto peligrosas, como lo sería contrariar las ideas del soberano y ser tolerados. Un ejemplo muy mencionado, es el de Yu Sze, quien logró convencer al Emperador, de no continuar con la idea de encargar, a miles de trabajadores, pintar la Gran Muralla China; con ello, muchas vidas fueron salvadas. En otros países, pese a las bromas gastadas en el escenario, eran reconocidos por su gran inteligencia, misma que era reflejada en sus sabios consejos al monarca.

El término “clown” y “bufón” son hoy utilizados como sinónimos, pero la diferencia, si es que podemos llamarle de ese modo, radica en la filosofía de cada uno. La palabra clown proviene del inglés “clod”, traducido como lugareño o aldeano. Este personaje en escena simula el comportamiento de los niños, al pretender ser aceptado por el público (como un infante lo busca de sus padres); estructurando su desarrollo en escena, de modo, que la audiencia se sienta conectada con él, buscando en su aprobación y/o desaprobación, el siguiente paso para sus movimientos, a fin de alcanzar el aplauso.

El bufón, por su parte, le es indiferente la empatía del público al que se dirige. Su intención es la de expresar su punto de vista, sobre el estado de cosas en la que se ve inmersa la sociedad, buscando hacerla despertar y que mejore. Es directo en lo que manifiesta, y no necesariamente debería ser bajo actuación, sino mediante discursos. De allí que los poderosos, muchas veces se vieran influenciados por sus palabras, meditando y tolerándolos.

En ambos casos, hablamos de personajes que esconden una profunda inteligencia; y que, simulando extravagancia en su papel, realmente son más listos de lo que parecen. Atreviéndonos a emitir una opinión al respecto, luego de este pequeño recorrido histórico, es posible que, debido a esa naturaleza, que implica que un “verdadero ser” esté siendo ocultado por el disfraz (genio), explicaría la desconfianza que algunas personas han llegado a desarrollar. Lo cual, audazmente, ha sabido ser explotado por la industria cinematográfica, agregándole, a la figura del payaso, una connotación siniestra y malévola; en donde la sátira, la broma y la burla, —características de estos personajes—, resultan elementos principales, que permiten obtener una cinta inquietante, que resulta de la ironía de transformar la inocencia en maldad.

La coulrofobia es definida como un temor irracional a los payasos, que, al ser proveniente de vocablos griegos, significa: “miedo al que va sobre zancos”, por la particularidad de que estos, también han llegado a formar parte de sus utensilios de trabajo. Algunas personas intentan controlar su inseguridad, asistiendo a sesiones psicológicas, que es lo más recomendable.

Como curiosidad, en el siglo pasado, fue muy difundido el caso de John Wayne Gacy, quien pasó a ser conocido en la historia como “Pogo, el payaso asesino”, de quien se ha dicho, ha servido de inspiración a cineastas.

Por otro lado, en México es imposible no hacer mención, de la admiración y el cariño, de las que gozan y continúan siendo recordadas, personalidades que se han destacado en el medio del entretenimiento familiar, como lo fue Ricardo González Gutiérrez, mejor conocido como “Cepillín”. Mismo que, gracias a su popularidad, obtuvo un programa televisivo con gran número de telespectadores.

El caso es, que, prescindiendo de lo que el cine y la televisión, muchas o pocas veces puedan llegar a distorsionar —en lo que a la esencia de las cosas se refiere—, lo importante siempre será, valorar el trabajo de todas aquellas personas que han decidido dedicar su vida a esta labor, sacándonos de la rutina de nuestros afanados días, logrando generarnos sonrisas y alegría.


“El conocimiento habla
y la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).