CIPACTLI: EL
MONSTRUO MARINO PRIMIGENIO
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os reptiles fueron animales de suma
relevancia en los siglos del México Prehispánico. Y aunque la serpiente sea,
quizá, el ser más habitual, de especial atención son los cocodrilos y caimanes (entre
otros lagartos), pues tal parece ser que, gracias a ellos, hubiera sido posible
la organización de una cosmogonía inspirada en sus características y
comportamiento.
En
México, tenemos la fortuna de contar con tres especies: el cocodrilo de río,
el cocodrilo Morelet y el caimán de anteojos. Lo interesante de
cuando exploramos la cultura precolombina, es el percatarse que los seres mitológicos
buscaron ser representados bajo el aspecto de figuras compuestas. Tal es el
caso de Cipactli.
Esta
bestia marina —que incluso pudiera ser equiparada al Leviatán, sólo
que mesoamericano—, no sólo era conocida por los mexicas. Su existencia también
se dejó entrever entre los mayas y huastecos, quienes concedían importancia y
valor a diferentes reptiles. Eric Thompson, autor de “Un catálogo de
jeroglíficos mayas”, nos describe la visión que los mayas tenían sobre el
cosmos, como si de un dragón con semejanza a iguana se tratara.
Por
su parte, el investigador Alfredo Barrera Vázquez, nos dice que, luego de morir,
los individuos eran devorados por un cocodrilo para ingresar al inframundo, y cuyas
fauces se encontraban en el Cenote Sagrado de Chichén Itzá.
Además, la figura de este animal también estaba vinculada al árbol de ceiba,
por su tronco espinoso que se asemejaba a la piel “puntiaguda” del
reptil.
Esta
criatura es personificación de la naturaleza primitiva de las cosas, imagen del
caos primigenio y la fase uno de todo proceso de evolución, material y
espiritual. Cipactli era el monstruo aterrador con aspecto de cocodrilo y pez, que
habitaba en las profundas aguas mucho antes de que el cielo y la tierra fueran
creados y cuya hambre no cesaba, devorando con sus temibles fauces; lo que
terminó por disgustar a los dioses. Por su físico de pez, también ha sido
asociado con el pejelagarto.
Esta
bestia gigante también fue llamada “Tlaltecuhtli” (señor de la
tierra), aunque existen posturas que afirman que se trata de dos personajes
distintos en la mitología, que surgirían en tiempos diferentes.
El
mito de la creación narra, cómo es que para continuar con el proyecto de su
padre —el dios Tonacatecuhtli—, Quetzalcóatl, acompañado de su hermano
Tezcatlipoca, decide librar una batalla contra Cipactli. Pero para esto, será
necesario un doloroso sacrificio de parte de uno de ellos para atraer a la
criatura. Tezcatlipoca se corta un pie y lo lanza a las aguas, de modo que el
olor a sangre pronto hace aparecer al reptil. La inmolación de Tezcatlipoca sería
recordada como el primer sacrificio de sangre en aras del orden universal.
Finalmente, los dos dioses luchan contra la bestia y salen victoriosos.
Tras
morir, Cipactli es desmembrado para formar el cielo y la tierra, dando el
primer paso para el ordenamiento del cosmos. Más tarde, los seres vivos serían
creados, al igual que la raza humana.
El
Tonalpohualli era un antiguo calendario mesoamericano que
constaba de 260 días. Por tanto, estaba conformado de un total de 20
semanas, donde cada una constaba de 13 días. A lo largo de todo el calendario
se utilizaban 20 símbolos, cuyo nombre era al mismo tiempo el nombre de los
días, sólo que usados en combinaciones distintas para armar el ciclo completo y
formar las semanas. Ahora bien, el Tonalpohualli se iniciaba con el día
uno llamado: “Cipactli”, dado que el simbolismo radicaba en que, conforme
avanzaba el tiempo, nuestra misión sería la de abandonar la antigua condición imperfecta
hasta alcanzar la virtud.
“El
conocimiento habla
Y
la sabiduría escucha”
(Jimi
Hendrix, 1942-1970).