viernes, 27 de marzo de 2020

MEDUSA INMORTAL: "En vez de continuar el proceso biológico que desemboca en la muerte, es capaz de retornar a su etapa anterior, y así infinitamente. La muerte le es indiferente. Este animal ha sorprendido a los científicos, y tal pareciera que la inmortalidad no sólo es atributo de los dioses, para consuelo de Gilgamesh".



LA MEDUSA INMORTAL: LA VIDA ETERNA ES POSIBLE

E
n un artículo anterior dedicado al tema de la inmortalidad, recordábamos cómo al héroe Gilgamesh le fue revelado que la sustancia que podía ayudarle a alcanzar este objetivo, se encontraba en las profundidades del mar. Y para sorpresa nuestra, tal pareciera que el relato no erraba.

La Gerontología, que es la ciencia enfocada al estudio y al análisis del fenómeno del envejecimiento, acepta que este proceso inevitable comienza, de forma irónica, desde que somos concebidos. Una constante en todo organismo. En un afán por celebrar la vida, las personas buscamos homenajear, anualmente, el día de nuestra llegada a este mundo; siendo que, cada que ‘cumplimos un año más’, estamos al mismo tiempo ‘cumpliendo uno menos’. Desde luego, considerando un deceso natural y en el tiempo promedio del hombre.

El ajolote o “criatura del agua” es un animal provisto de la capacidad para regenerar extremidades y órganos vitales, en caso de que hubiera perdido alguno. Y es que la propiedad regenerativa es algo propio de las salamandras. El ajolote, o “salamandra mexicana”, es capaz de frenar su metamorfosis, presentando un aspecto joven durante toda su vida, y sólo raramente un individuo adopta el aspecto de adulto, es decir, el de salamandra. Lo interesante es que, pese a estar en modo “larvario”, el ajolote alcanza la madurez sexual.

Este proceso de frenar el aspecto externo, luciendo siempre joven, se conoce como neotenia. De acuerdo con esto, el ser humano desarrolló esta habilidad para diferenciarse del aspecto de los simios; de tal modo, que la forma de la cabeza humana luce muy parecida a la de los chimpancés cuando son bebés.

La Turritopsis nutricula, mejor conocida como la “medusa inmortal”, es una especie presente en las aguas templadas de los diversos océanos. Este animal —al igual que otras especies distintas de medusas—, surge a partir de un huevo, pasa por la fase de larva o plánula, de ahí a pólipo y finalmente se transforma en medusa. Una vez alcanzada esta última fase y, con ello, la madurez, es capaz de reproducirse. Sin embargo, en vez de continuar el proceso biológico que desemboca en la muerte, la Turritopsis nutricula es capaz de retornar a su etapa de pólipo, para luego convertirse en medusa de nuevo, y así infinitamente. En pocas palabras, la muerte le es indiferente.

Caso aparte, es inducirle a la muerte o que su entorno se viera alterado. Pero de modo natural y por voluntad propia, este animal continuará viviendo por sí mismo. El proceso que permite que esto sea posible es conocido como “transdiferenciación”.

Para entenderlo, debe recordarse que son las células madre las que tienen la capacidad de transformarse —o diferenciarse—, en distintos tipos de células especializadas para permitir la funcionalidad de los organismos complejos (pluricelulares). De ahí el nombre “madre”.

La transdiferenciación tiene lugar cuando una célula, que ya está especializada, se transforma en una célula diferente a su naturaleza. Esto no es común en la vida, pues como se mencionó, la célula madre es la que es capaz de transformarse.

Lo que es un hecho, es que este peculiar animal ha sorprendido a los científicos; y en lo que respecta al plano filosófico, tal parece ser que la inmortalidad no sólo es atributo de los dioses, para consuelo de Gilgamesh.


“El conocimiento habla
Y la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).