LA MEDUSA INMORTAL: LA VIDA ETERNA ES POSIBLE
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n un artículo anterior dedicado al
tema de la inmortalidad, recordábamos cómo al héroe Gilgamesh le fue revelado
que la sustancia que podía ayudarle a alcanzar este objetivo, se encontraba en las
profundidades del mar. Y para sorpresa nuestra, tal pareciera que el relato no
erraba.
La
Gerontología, que es la ciencia enfocada al estudio y al análisis del
fenómeno del envejecimiento, acepta que este proceso inevitable comienza, de
forma irónica, desde que somos concebidos. Una constante en todo organismo. En
un afán por celebrar la vida, las personas buscamos homenajear, anualmente, el
día de nuestra llegada a este mundo; siendo que, cada que ‘cumplimos un año
más’, estamos al mismo tiempo ‘cumpliendo uno menos’. Desde luego,
considerando un deceso natural y en el tiempo promedio del hombre.
El
ajolote o “criatura del agua” es un animal provisto de la
capacidad para regenerar extremidades y órganos vitales, en caso de que hubiera
perdido alguno. Y es que la propiedad regenerativa es algo propio de las
salamandras. El ajolote, o “salamandra mexicana”, es capaz de frenar su
metamorfosis, presentando un aspecto joven durante toda su vida, y sólo
raramente un individuo adopta el aspecto de adulto, es decir, el de salamandra.
Lo interesante es que, pese a estar en modo “larvario”, el ajolote alcanza
la madurez sexual.
Este
proceso de frenar el aspecto externo, luciendo siempre joven, se conoce como neotenia.
De acuerdo con esto, el ser humano desarrolló esta habilidad para diferenciarse
del aspecto de los simios; de tal modo, que la forma de la cabeza humana luce
muy parecida a la de los chimpancés cuando son bebés.
La
Turritopsis nutricula, mejor conocida como la “medusa
inmortal”, es una especie presente en las aguas templadas de los
diversos océanos. Este animal —al igual que otras especies distintas de medusas—,
surge a partir de un huevo, pasa por la fase de larva o plánula,
de ahí a pólipo y finalmente se transforma en medusa.
Una vez alcanzada esta última fase y, con ello, la madurez, es capaz de
reproducirse. Sin embargo, en vez de continuar el proceso biológico que desemboca
en la muerte, la Turritopsis nutricula es capaz de retornar a su etapa
de pólipo, para luego convertirse en medusa de nuevo, y así infinitamente. En
pocas palabras, la muerte le es indiferente.
Caso
aparte, es inducirle a la muerte o que su entorno se viera alterado. Pero de modo
natural y por voluntad propia, este animal continuará viviendo por sí mismo. El
proceso que permite que esto sea posible es conocido como “transdiferenciación”.
Para
entenderlo, debe recordarse que son las células madre las que tienen la
capacidad de transformarse —o diferenciarse—, en distintos tipos de células especializadas
para permitir la funcionalidad de los organismos complejos (pluricelulares). De
ahí el nombre “madre”.
La
transdiferenciación tiene lugar cuando una célula, que ya está especializada,
se transforma en una célula diferente a su naturaleza. Esto no es común en la
vida, pues como se mencionó, la célula madre es la que es capaz de
transformarse.
Lo
que es un hecho, es que este peculiar animal ha sorprendido a los científicos;
y en lo que respecta al plano filosófico, tal parece ser que la inmortalidad no
sólo es atributo de los dioses, para consuelo de Gilgamesh.
“El
conocimiento habla
Y
la sabiduría escucha”
(Jimi
Hendrix, 1942-1970).