DECISIONES: EL
GRAN PODER DE ELEGIR
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s por medio del uso de la voluntad, a
través de nuestras decisiones, lo que ha llevado al ser humano a forjarse y a
formarse a sí mismo, mediante la capacidad para transformarse en lo que es conveniente,
basado en el interés, valores y en la creatividad que posea, en un intento por
trascender y lograr un objetivo de vida.
Diariamente,
todo gira en base a la elección de aquello que es mejor para nosotros.
Empezando en el hogar con el desayuno y la ropa que utilizaremos en la jornada,
hasta determinaciones importantes que pueden llegar a cambiar nuestro ámbito
laboral, dependiendo de la magnitud que esto represente, en cuanto a lo
arriesgado o conservador que esto suponga.
La
libertad es la que guía nuestra existencia a cada instante. Sin ella, sería
imposible que la voluntad aflorara naturalmente, lo que nos lleva a poner en
nuestras propias manos nuestro ‘destino’; al llegar a sentir, en ocasiones,
la inseguridad que conlleva —el poder intuir—, si nuestra elección será lo
suficientemente favorable como para no resultar contraproducente o, en su defecto,
si será todo un éxito.
Suele
pasar que se cuente con total y plena seguridad de que lo que elegimos es lo
correcto y, por desgracia, el resultado final es adverso a lo planeado;
logrando frustración en el individuo. O en su defecto, puede que hayamos
vaticinado consecuencias nefastas, y el futuro resultante nos llena de
satisfacción ante un éxito inesperado.
Un
peligro en el que la mayoría de los individuos incurrimos, es el de suponer que
las decisiones tomadas en la vida únicamente repercuten sobre nosotros mismos. Pensar
de este modo, es peligroso para nuestra sociedad. Cada elección que tomamos,
por más pequeña que parezca, terminará por impactar en quienes nos rodean,
principalmente, cuando la decisión influye en personas que hacen funcionar
nuestro entorno.
El
filósofo y teólogo danés, y padre de la corriente existencialista Søren Aabye
Kierkegaard,
manifestaba que el miedo que, muchas de las veces, tenemos previamente a la
toma de una decisión, es propiciado porque en el fondo sabemos que somos
libres, y las consecuencias de nuestros actos, al fin de cuentas, serán
responsabilidad única y exclusivamente nuestra.
Se
dice que las decisiones nos ayudan a construir y a trazar el camino de vida que,
en ocasiones, desconocemos totalmente, por la inseguridad o por el miedo al que
hacía referencia Kierkegaard.
Una
decisión simple —con un buen resultado obtenido—, impulsará al ser humano a
buscar la forma de continuar arriesgando, al tomar elecciones cada vez más
fuertes e importantes que, pudieran, incluso, llegar a englobar el destino de vida
de mucha gente y, ¿por qué no?, la de toda una nación; dependiendo de los
alcances y límites que esto conlleva.
La
congruencia siempre será la gran aliada de la decisión a tomar, y la que debe
estar por encima de todo para no caer en la hipocresía y en el egoísmo. Lo que
decidamos hacer debe estar siempre dirigido hacia el bienestar de nuestros
semejantes.
“Es
mejor no hablar, antes que prometer; porque un presente requerirá otro
presente. Mejor es no matar, antes que ocasionar demasiadas muertes” (Odin, “Hávamál”).
“El
conocimiento habla
y
la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).