domingo, 26 de abril de 2020

SEMITAS: "Se establecieron en Egipto, donde más tarde serían esclavizados. Los investigadores no se explican cómo un viaje que, en tiempo ordinario no duraría más de una semana, se transformara en largos cuarenta años de búsqueda para lograr un asentamiento, padeciendo miseria y desolación".

"Los israelitas dejan Egipto", David Roberts (1830).

LOS SEMITAS: DE ABRAHAM AL ÉXODO

L
os descubrimientos arqueológicos han arrojado luz respecto a la existencia de Abraham en la historia de judíos y mahometanos, a la vez de ratificar las constantes migraciones del pueblo semita primitivo. Se tiene registro de que los orígenes de Abraham se sitúan en Ur, en Mesopotamia.

Paradójicamente, el significado de Ur era “ciudad”, contrariamente al espíritu nómada de Abraham y de su pueblo, que los caracterizó por mucho tiempo. Aunque no se profundiza en los textos bíblicos, un caso contrario sucede en el Talmud y el Corán, en los cuales se especifica la desaprobación de este personaje hacia los cultos sumerios, por lo que, bajo anuencia de su padre, emigró en busca de un país completamente semita.

Ante su inconformidad de culto y, viendo que el resto de grupos de origen semita aceptaron sin condición los ritos sumerios, Abraham decidió emigrar con un número de seguidores (abrámidas) —quienes posteriormente serían los judíos y los árabes—, en busca de nuevas tierras, marchando rumbo a Siria.

Con el tiempo, se dirigió con su primo Lot hacia Palestina, siguiendo la ruta de Damasco, donde ya estaban establecidos los cananeos y los hititas. Los primeros, descendientes de pobladores neolíticos y semitas, con quienes los abrámidas se aliaron, al considerarlos como de su misma raza.

La tradición cuenta que, ya instalado en Palestina, Abraham pactó una alianza con el que consideraría el dios único —cuyas consecuencias marcarían la historia no sólo de los judíos, sino del mundo—, a cambio de la posesión perpetua de Palestina.

Con el pasar de los años, y ya sin Abraham, los semitas —descendientes de las doce tribus de Jacob—, se establecieron en Egipto, en donde años más tarde serían esclavizados, cuando el dominio del faraón se extendió hasta Palestina. Durante los años de su ingreso existía inestabilidad política en el Imperio Egipcio, por lo que fue muy fácil asentarse e imponer su autoridad.  

Manetón, sacerdote e historiador egipcio, narraba con tristeza la historia de la conquista —por parte de los “hicsos”— de las tierras faraónicas, quienes sin librar ninguna batalla y sin poseer tradición alguna, de manera sencilla lograron el control total. Manetón relataba que, el término hicso, fue dado a todo aquél proveniente del extranjero (principalmente de la tierra de Canaán), cuyo significado era “rey pastor”, pertenecientes a la raza semita.

La historia del Éxodo, ya conocida por todos —en donde el pueblo judío abandonó tierras egipcias—, se dice que fue en la época del faraón Amenofis II; otros señalan que fue en la de Merenptah (sucesor de Ramsés II), por lo que no se puede establecer con claridad y certeza este dato. Según datos bíblicos, cuando Jacob y sus hijos ingresaron en el delta del Nilo, no eran más de setenta, contrastando con la multitud que abandonó las tierras faraónicas al mando de Moisés.

Previamente, Moisés —el caudillo israelita—, viviendo en el desierto, después de haber abandonado Egipto por haber asesinado a un egipcio que maltrataba a un semita, se encontró con sí mismo, y fue allí cuando experimentó sus primeros contactos, en los cuales una voz se le manifestaba como el “dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”, de quien recibió la orden de retornar a Egipto para sacar al pueblo judío.

En resumen, y para no relatar el Éxodo judaico, los investigadores no se explican cómo un viaje que, en tiempo ordinario no duraría más de una semana, se transformara en largos cuarenta años de búsqueda para lograr un asentamiento, de nueva cuenta en Palestina, padeciendo miseria y desolación.

La única lógica, a la larga estancia en el desierto, es de índole política, debido a que Palestina se encontraba todavía bajo control del faraón; a lo que los judíos esperaron un período de inestabilidad —como lo son los finales de cada Dinastía—, para lanzar el ataque y conquistar el territorio.

Como dato adicional, el gramático egipcio Apión de Alejandría, relataba una polémica historia alternativa —desde el punto de vista de su pueblo— respecto a la salida de los judíos de las tierras del faraón. En ella, Apión afirmaba que habrían sido los egipcios, por su propio deseo, quienes expulsaron a los semitas de su tierra.


“El conocimiento habla
y la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).