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l asno o burro, como se le conoce, se
encuentra —al lado del cerdo y del buey— dentro de los animales más
desprestigiados alrededor del mundo, pese a que ha sido una de las criaturas de
mayor utilidad y apoyo para el trabajo rudo en el campo. El valioso servicio
que nos ha prestado no puede sernos indiferente, al fungir en la antigüedad
como un importante sustituto para el ser humano.
Este
singular équido es reconocido por su impresionante adaptación a diferentes
entornos, ya que, desde que fue descubierto su potencial de trabajo, ha recorrido
la mayor parte del globo terráqueo, siendo capaz de sobrevivir en climas
diversos, al igual que en ambientes rurales y urbanos. Pero siempre delegado a
tareas pesadas (tiro, transporte y carga en general).
Esto
no es todo. A diferencia de otros animales domésticos es sorprendentemente más resistente
e inteligente. Capaz de vivir en zonas áridas y frías, es más longevo, sumiso,
obediente, sano y mucho más austero en su alimentación. A diferencia del caballo,
que es símbolo de poder y elegancia, el asno fue catalogado como representante
de las clases bajas. En Inglaterra sería apodado como: poor man’s horse
(caballo del hombre pobre).
Por
desgracia, por si lo anterior fuera poco, ha caído al grado de vérsele como
sinónimo de necedad, ignorancia y de retraso mental; lo que es muy probable que
haya alimentado el que, muchas de las veces, sea objeto de maltrato y
brutalidad, con más facilidad, por parte de sus dueños. A tal extremo, de
ocasionarles la muerte por irresponsabilidad e ignorancia en su cuidado.
El
término “asinus ad liram”, era empleado para designar a aquella
persona que, incluso siendo consciente de su ignorancia, pretendía ocupar un
lugar que no le correspondía; aludiendo a la idea de la incompatibilidad del
asno con la lira —símbolo de arte—, desprovisto de sensibilidad e inteligencia,
aún por grandes que sus orejas fueran.
Claudio
Eliano,
profesor de retórica romano, narra en Historia de los animales,
el relato del asno y la serpiente dipsas, capaz de provocar una
sed insaciable a todo aquel que mordiera. Zeus, enfadado por el acto de
Prometeo de robar el fuego para entregarlo a los hombres, dio a los delatores
una sustancia que impedía el envejecimiento. Estos, lo pusieron en el lomo de
un asno, el cual, en algún momento sintió sed y al querer beber de una fuente,
una serpiente salió a advertirle que ella era la guardiana, y sólo a cambio de
la sustancia rejuvenecedora le permitiría beber. El asno aceptó y fue desde entonces
como, a partir de este intercambio, que la serpiente se despojó de la vejez.
El
escritor agronómico romano, Columela, eleva la figura del asno al
reconocer su vital importancia en el trabajo campirano. Considerando, que los
beneficios que éste concede a sus propietarios superan —por mucho—, al costo
que su precio corresponde.
Actualmente,
el Donkey Sanctuary (Santuario del Asno) es una organización
benéfica internacional, de origen británico, enfocada al cuidado y bienestar de
estos animales, fundada por la doctora Elisabeth Svendsen en 1969, quien
lo dedicara a su asno: Naughty Face (cara traviesa). Svendsen,
tras tener una experiencia desconsoladora sobre el mal estado que pueden
alcanzar por culpa de sus dueños, decidió dedicar su vida a su salvación y rescate,
para liberarlos del maltrato y el sufrimiento.
“El
conocimiento habla
Y
la sabiduría escucha”
(Jimi
Hendrix, 1942-1970).