LA
MITOCONDRIA: LEGADO MATERNO
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os organismos, como criaturas fascinantes
que son, se encuentran constituidos por un gran número de células. La célula es
reconocida como la unidad fundamental de los seres vivos y, es gracias a la
interacción que tiene con el resto de éstas, al igual que la dinámica que tiene
lugar —tanto en el exterior como en su interior—, que es posible aquello que
interpretamos como “vida”.
El
correcto funcionamiento de la célula está subordinado a la presencia de
pequeños ‘órganos’ que le componen, conocidos como “orgánulos”.
Los orgánulos tienen la encomienda de ejecutar una función específica, similar
a lo que nuestros órganos ejercen en nuestro cuerpo. Entre ellos, se encuentra
la mitocondria. Desde luego que para sobrevivir, la célula
también requerirá de otras estructuras y mecanismos biológicos, así como de determinadas
condiciones ambientales (temperatura, por ejemplo).
La
mitocondria presenta una forma semejante a la de una ‘cuna’. Entre algunas
de las funciones que le caracterizan se encuentra su capacidad de obtener el ATP
—fuente de energía principal para la mayoría de los procesos celulares—, por
medio de la respiración celular. Esto, puede que no signifique mucho para
nosotros, pero lo cierto, es que es vital.
En
un intento por explicar el origen de este singular orgánulo, encontramos la Teoría
Endosimbiótica. Ésta nos propone, que la mitocondria originalmente no
formaba parte del equipo de trabajo de la célula; sino que, en algún momento de
la historia, se unió a ella como parte del proceso evolutivo.
Según
esto, la mitocondria procedería de bacterias primitivas; siendo, precisamente
una de ellas hace miles de años. Se piensa que el oxígeno era dañino para las
primeras formas de vida, de modo que la mayoría prescindía de él; pero, como
consecuencia, no podían obtener la suficiente energía como deseaban. Con el
tiempo, sólo unas cuantas bacterias comenzaron a tolerar el oxígeno para
utilizarlo, y allí se encontraba el ancestro de la mitocondria.
Esta
antigua bacteria vivía —por aquel lejano tiempo—, en un estado de peligro
siempre latente, pues no contaba con una estructura que le brindara la
suficiente protección ante un agresivo entorno. Por otra parte, existían células
que, pese a encontrarse apenas en vías de desarrollo, habían adquirido ya un
grado mayor de complejidad, y cuya respiración tenía lugar, pero sin el uso de
oxígeno.
Fue
entonces que ambas estructuras se unieron (bacteria y célula). La bacteria
encontró un refugio para protegerse del ambiente, mientras que la célula, por
su parte, adquirió la capacidad de obtener una cantidad respetable de energía
mediante el empleo de oxígeno, gracias a su nuevo integrante. Con el tiempo, la
bacteria se fusionaría definitivamente con la célula, especializándose aún más
y evolucionando como mitocondria, tal cual hoy la conocemos.
Algo
que no deja de asombrar es, que aún cuando la mitocondria forma parte de la
célula, continúa marcando su independencia, por llamarlo de este modo. Como
sabemos, el ADN se localiza en el interior de la célula (en el núcleo, para ser
exactos); sin embargo, la mitocondria cuenta con su propio material genético:
un ADN circular.
Un
dato importante, es el hecho de que las mitocondrias son herencia de la madre.
Las mitocondrias, por tratarse de un orgánulo, se encuentran —como los demás—
en el citoplasma de las células.
Ahora
bien, durante la fecundación, al momento de unirse el espermatozoide con el
óvulo, el esperma pierde su cola, fusionando su núcleo (que contiene el ADN
celular del varón) con el gameto femenino. Por lo tanto, las mitocondrias del
hombre se pierden en el proceso, conservando sólo los de la madre.
De
allí, que la oveja Dolly no fuera estrictamente un clon. Pues, aunque
era “igual” en físico a su ‘madre’ (la oveja original que fue
clonada), el núcleo de ésta fue implantado en el citoplasma de una segunda
oveja auxiliar. Para lograr esto, tuvieron que deshacerse primero del núcleo de
la oveja auxiliar, dejando ‘hueco’ su citoplasma, para rellenarlo con el
núcleo de la primera.
Fue
entonces, como Dolly al nacer, heredó el citoplasma —y con ello también las
mitocondrias— de la oveja auxiliar, aunque su parecido externo fuera con el de la
primera, su ‘madre’. Pues el ADN mitocondrial no influye en la
apariencia física, mientras que la del núcleo sí.
De
allí, que exista el concepto de la “Eva Mitocondrial”, la cual
sería el ancestro femenino de donde procederían las mitocondrias de la
humanidad.
“El
conocimiento habla
Y la sabiduría
escucha”
(Jimi Hendrix,
1942-1970).