Cuadro III de la "Historia de Nastagio degli Onesti", Sandro Botticelli. |
EL RENACIMIENTO: UNA ÉPOCA ENTRE EL ARTE Y LA
DECADENCIA
L
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a historia ha estado marcada y
dividida por diferentes etapas, épocas y períodos, en donde por una u otra
razón, han surgido corrientes en muchos aspectos, principalmente en los
diferentes géneros del arte, que han quedado ahí, dando testimonio de la
grandeza de obras y artistas que han quedado inmortalizados.
Un
ejemplo de lo que se menciona es el Renacimiento, el cual tuvo su origen
en la Italia del siglo XV y que no reflejaba el renacer, en general, de una
sociedad golpeada y llena de problemas económicos, ideológicos y religiosos que
imperaban en la época. Esto se manifestó únicamente en el ámbito cultural,
tomando una fuerza importante, estableciendo una influencia paulatina a modo
que el tiempo avanzaba.
Hablar
del Renacimiento es hablar
exclusivamente del ámbito de la cultura. El pensamiento de la realidad y la
vida, actuaron directamente en las artes, ciencias, letras y costumbres; lo que
en ese período era totalmente ajeno a la economía y política, áreas que fueron
relegadas por este movimiento cultural, no encontrando algo favorable para su
causa.
En
la Italia renacentista, la escultura, la arquitectura y la pintura lograron un
realce impresionante, alcanzando un esplendor, por la cual, quedaría marcada en
la historia universal; impulsando a la literatura, la que gozó del prestigio de
calidad, al igual que los procesos educativos. Lamentablemente, esto se vería
opacado por el atasco del desarrollo industrial, la mala economía del pueblo,
la pérdida de libertad comunal y el envicio más notorio de la Iglesia.
Quizá
el término “Renacimiento” haya
quedado demasiado grande para lo que representó para Italia en el siglo XV. El
despertar a una vida nueva no se visualizó en una sociedad ávida de progreso en
otros rubros, caso contrario en el terreno de las artes, donde halló la
cúspide, consiguiendo el reconocimiento tal, que no existió algo semejante a lo
que significó en el terreno cultural. Sin duda algo muy bueno, pero muy dispar
a los otros requerimientos de la sociedad.
El
mundo de las grandes obras y de sus artistas, ha representado más a un
Renacimiento siniestro que a un Renacimiento feliz, rodeado de dureza y
crueldad, envuelto en el enigma borroso de sus autores, alejado de la claridad
y de la concordia.
Así
como Leonardo Da Vinci empecinado con
sus visiones del caos del universo en decadencia, transportaba su sentir a lo
que quedó plasmado en sus representaciones y dibujos; Leon Battista Alberti, célebre arquitecto, humanista, lingüista y
poeta, hablaba en su obra literaria “Theogenius”
al referirse que: “únicamente la rectitud
y las virtudes son el verdadero fundamento de la sociedad”, dedicado a Lionello d'Este; haciendo referencia a
la ciega fortuna que ataca y devasta la integridad del hombre y su familia.
Otro
es Maquiavelo, considerado el teórico
de una humanidad negativa, la cual se empeñaba en una lucha y plantarse a
soluciones crueles. Dos ejemplos más son Girolamo
Savonarola y Miguel Ángel,
religioso dominico y artista, respectivamente; quienes en diferentes campos
representaron una forma distinta de la vida trágica y de la historia italiana,
llena de guerras y conjuras, con príncipes asesinos o asesinados, con figuras
sombrías de papas que no cumplían las exigencias. Todo esto ante la grandeza
del Renacimiento, mientras que los
principales Estados perdían su poder, las riquezas mermaban y el comercio se
caía a pedazos.
Así
como el talento de Miguel Angel y el
realismo de Maquiavelo, la gala de Rafael y la exquisitez de Baldasarre Castiglione; constituyen una
expresión marcada de una sociedad que buscaba resguardarse en las pinturas de Sandro Botticelli o, en los poemas de Angelo Poliziano, encontrar
distanciamiento en la sarcástica soledad de la poesía épica, en un mundo sin fe
en un sombrío destino.
“El conocimiento habla
y la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).