URÓBORO: EL
ETERNO UNO
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entro del amplio universo de la
representación de las ideas que nos han sobrevivido de la Historia, podemos
encontrar un símbolo muy interesante, que asombrosamente, estuvo presente en
varias de las civilizaciones más importantes de la antigüedad.
El
lenguaje por medio de símbolos, nos permite transmitir inmediatamente una idea,
así como facilitar su herencia a las siguientes generaciones. Resulta, por ello,
un instrumento útil en la Política y la Religión para ayudar a la comprensión de
las abstracciones.
“Ouróboro” o “Uróboro”
es la serpiente que muerde su cola, devorándose a sí misma. Dependiendo de la
cultura, el modo de representarlo ha llegado a variar. En ocasiones, en vez de
una serpiente, lo que se aprecia en su lugar es un dragón o un gusano. Sin
embargo, la interpretación general persiste: la unidad y la eternidad.
Antes
de proseguir con estos dos conceptos, es conveniente detenernos sobre la
importancia de este reptil en el pasado. La serpiente es, ante todo, un símbolo
del conocimiento. En el mundo occidental actual, casi siempre se le concibe como
un ser maligno por la tentación hecha a Adán y Eva, ocasionando la
desobediencia a Dios. Sin embargo, no menos interesante serán las palabras que
Jesucristo hará posteriormente al expresar: “Miren que los envío como ovejas
en medio de lobos. Sean astutos como las serpientes y sencillos como las
palomas”. En otras culturas antiguas, la idea sobre este animal era
diferente. No necesariamente cargando un antecedente negativo.
La
Alquimia —el pasado de la Ciencia—, combinaba el conocimiento de la naturaleza
con la filosofía, guardando muchos de los conceptos clásicos griegos; por
ejemplo, el de la Tetrasomía: referente a los cuatro elementos como
componentes del Universo y del todo. Los alquimistas llegaron a emplear el
símbolo de ouróboro como algo trascendental en sus obras, asemejando las
transformaciones que la materia —o las sustancias— sufre, por los procesos a la
que es expuesta (natural o artificialmente), con la vida del ser humano. Debe
recordarse, que uno de sus anhelos era transformar el cobre en oro, del mismo
modo que el hombre busca dejar su condición imperfecta para alcanzar la
plenitud y la inmortalidad. En el Parisinus Graecus podemos leer extractos
como los siguientes:
“Es
éste el misterio: la serpiente que devora su cola. Al principio, la sustancia es
engullida, modificada por la fermentación, adquiere el color rojo cinabrio: el
cinabrio de la Filosofía. La serpiente simboliza la Tetrasomía. Sacrifícala y quítale
la piel hasta llegar a las vértebras; allí encontrarás lo que buscas. El animal
sacrificado es el hombre de cobre, que ha transformado su color, convirtiéndose
en hombre de plata. Y sólo si tu corazón lo desea, serás el hombre de oro”.
Es
por ello, que, como desde un inicio se hizo mención, el ouróboro es representación
de dos cosas.
Primeramente,
de Unidad. Este símbolo reúne los cuatro elementos (tierra, agua,
aire y fuego) para crear esta realidad en la que vivimos; y en el caso de las
naturalezas opuestas (hombre-mujer, luz-oscuridad, vida-muerte, frío-caliente)
las integra y armoniza, evitando el conflicto.
En
segundo, de Eternidad. Por el acto de morder su cola, la
serpiente forma un círculo, símbolo de lo infinito y lo elevado: la aspiración
del hombre por la inmortalidad. Nada llega a su fin, todo vuelve a comenzar,
como los ciclos y las estaciones del año; que, en el caso de México, Quetzalcóatl,
“la Serpiente Emplumada”, era el patrón del calendario. La vida eterna
es sinónimo de evolución, ya que la muerte es una ironía, y en caso de haberla,
se busca la resurrección. La eternidad es, por tanto, un atributo de Dios.
“El
conocimiento habla
y
la sabiduría escucha”
(Jimi
Hendrix, 1942-1970).