EL MEGALODÓN:
EL AMO DEL MAR
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entro de los mitos de los grandes
seres que han poblado las aguas de nuestros mares y océanos, se cuenta de la
existencia de un magnífico depredador que vivió en la Era Cenozoica,
dominando la cadena alimenticia. El nombre hace referencia a sus poderosas
mandíbulas: el megalodón, palabra griega que significa “diente
grande”.
Se
llegó a pensar que existía una relación con el actual tiburón blanco, lo cual
quedó descartado al estudiarse los restos fósiles. Estos arrojaron que la
criatura perteneció a la extinta familia Otodontidae, mientras
que el tiburón blanco forma parte de la familia Lamnidae.
Posiblemente, esto fue asumido en un principio por el estereotipo del tiburón
blanco, al ser una poderosa máquina para cazar.
Los
hallazgos de dientes han llevado a la reconstrucción de mandíbulas, de las que
se supone, serían las correspondientes al megalodón. Por lo que, en base a las
proporciones de la dentadura, se ha llegado a estimar que este animal pudo
haber alcanzado una longitud que rondaría los veinte metros, con un peso
aproximado de cincuenta toneladas. En general, podría decirse que tendría un comportamiento
similar al resto de tiburones, incluso en lo que a su reproducción y natalidad
se refiere, buscando zonas cálidas para dar a luz a sus crías.
Dentro
de su alimentación, se cree que entre las presas favoritas se encontraban ballenas,
cachalotes, calamares e incluso, otras especies de tiburones. Cabe mencionar
que esta información se obtuvo por los restos fosilizados de las víctimas, las
cuales han presentado marcas de mordedura que coinciden perfectamente con la
forma de los dientes del megalodón.
Hablar
de este coloso, implica tratar un tema polémico respecto a su remota existencia
hoy en día, ya que han surgido testimonios de gente que afirma haber avistado a
un animal de grandes proporciones, con la forma de un tiburón; lo que ha
causado revuelo y llevado a la producción de distintos documentales televisivos,
que se han encargado de difundir una versión de los hechos no oficial. Por el
momento, al no contar con pruebas contundentes, han quedado rezagadas como especulaciones.
Según
la ciencia, la principal causa de su extinción debe atribuírsele al repentino
cambio en la temperatura de los océanos, lo que trajo como consecuencia, que las
especies que le servían de alimento emigraran en busca de aguas más frías;
zonas a las que el megalodón no tendría acceso por tratarse de un animal acostumbrado
a los mares templados y cálidos. Esto nos hace suponer, por ende, que, al
escasear su fuente de alimento, con el tiempo llevara a su desaparición.
Aún
con toda la información proporcionada por investigadores y científicos respecto
a su extinción, continúan surgiendo rumores de testigos que afirman haber
tenido un encuentro inesperado con este monstruo de las profundidades.
Algo
es cierto. De existir esta criatura en nuestros tiempos, sin duda sería el
máximo exponente dentro de la fauna marina, complicando en muchos aspectos la
coexistencia con el ser humano en sus travesías en alta mar.
“El
conocimiento habla
y la sabiduría
escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).