sábado, 8 de agosto de 2020

ALMOHADA: "Contrariamente al pueblo egipcio, los chinos interpretaban que la dureza era esencial para alejar a los malos espíritus, prescindiendo así, de materiales suaves para la elaboración de almohadas. En su lugar, emplearon piedra, madera, porcelana, metal, jade y cerámica".

Fuente de la imagen: Pixabay.

ALMOHADA: DESCANSO E HISTORIA 

A

l culminar nuestras actividades del día nos disponemos finalmente a descansar. En la cama no pueden faltar las almohadas, las cuales ayudan a brindarnos una mayor comodidad y confort a la hora de dormir, volviendo más placentera nuestra noche. Desde que nacimos hemos sido acostumbrados a ellas, siendo muy probable que ni siquiera nos hubiéramos puesto a pensar sobre su figura a través de la historia. 

Según se sabe, su nombre procede del árabe andalusí: “al-mujadda”, cuya traducción refiere a un objeto diseñado para servir de reposo a las mejillas, permitiendo descanso bajo un acomodo lateral. El propósito de la almohada va también con fines de salud, procurando que la columna vertebral reduzca el riesgo de encorvamiento. Asimismo, la idea es servir de soporte al cuello y al individuo, en general. Sin embargo, para lograr que cumpla con su cometido, es necesario que su diseño y material de fabricación sean los adecuados. Como en todo, existen distintas calidades. 

Se estima que las almohadas ya eran empleadas por el hombre antiguo. En las regiones de Mesopotamia y Asia Oriental se tiene registro que éstas eran a base de piedras. Incluso, se especula que el hombre primitivo de las cavernas debió emplear rocas recubiertas con hojas y pieles para amortiguar su dureza. Siglos más tarde, la madera vendría a sustituir a la piedra, manufacturándose artefactos con diseños cóncavos, adaptados a la cabeza. En el Antiguo Egipto han sido descubiertos objetos similares, los cuales parecen indicar este propósito. Cabe señalar que, para dicha civilización, la cabeza era un elemento fundamental dentro del misticismo, motivo por el cual, debía ser protegido. 

Contrariamente al pueblo egipcio, los chinos interpretaban que la dureza era esencial para alejar a los malos espíritus, prescindiendo así, de materiales suaves para la elaboración de almohadas. En su lugar, emplearon piedra, madera, porcelana, metal, jade y cerámica; en distintas calidades, en base a la posición social. Con el tiempo les fueron añadidos elegantes motivos. 

En el caso de los occidentales (Roma y Grecia), la idea no era, para nada, semejante. Las almohadas fueron confeccionadas con materiales confortables, cuya finalidad fuera la de brindar relajación a la persona. Hay quienes se han atrevido a afirmar que, esta elección, podría estar justificada en la idealización del cuerpo (por parte de los griegos), así como en el interés militar (hablando de los romanos). 

A pesar de que, durante la Edad Media, el uso de las almohadas disminuyó en las tierras anglosajonas, esto no impidió para que, en años posteriores, resurgieran con bordados artesanales altamente elaborados. La nobleza centró su interés en ordenar la confección de artículos suaves y acolchonados que llenaran sus expectativas. 

En la actualidad, encontramos en el mercado una gran variedad de estilos, diseños y formas, convirtiéndose en artículos imprescindibles, al igual que los cojines, no sólo para las recámaras, sino para las salas y habitaciones en donde sean requeridos. Además de su utilidad, sirven de ornamento, por lo que elegir los adecuados ayudará a realzar los espacios. 

 

“El conocimiento habla
y la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).