martes, 28 de enero de 2020

CRUDA MORAL: "Llega a existir casos, en que a toda costa buscamos justificar nuestro proceder, por lo que, la aceptación y la disculpa, son temas que se ven realmente lejanos; aunque en realidad, sepamos que nosotros fuimos los verdaderos culpables".



CRUDA MORAL: EL ARREPENTIMIENTO

S
eguramente, en alguna etapa de tu vida, has tenido que pasar por una situación en la que el remordimiento te hace presa de su poder; logrando hacerte sentir solo y pensando en qué habría pasado, si tal o cual acción por nuestra parte, no la hubiésemos realizado. Vislumbramos un puñado de posibles finales, pero llegamos a la conclusión de que lo hecho, hecho está.

Pudo ser que, a alguien, le dijimos algo que no era correcto, o tal vez sí lo era, pero el efecto causado en esa persona es el mismo: molestia, enojo y otros sentimientos en nuestra contra, que te hacen sentir que tuviste la culpa, aunque muchas veces no sea así.

Esto es común en todos, pero hay de magnitudes a magnitudes. En ocasiones nos quedamos con el mal sabor de boca por no haber ayudado a alguien que necesitaba de nosotros, bajo el pretexto de tener poco tiempo para llegar a tal sitio, o que simplemente no tenemos forma de hacerlo; cuando en realidad, invertir unos cuantos minutos, hubieran marcado una gran diferencia y nos ayudaría a nosotros mismos con nuestra buena acción del día; o que en veces llegamos a decir cosas que hacen ver mal a nuestro semejante, ya sea por seguir los chismes que proliferan, o simplemente porque nos cae mal.

Pueden existir muchos casos, distintos temas por los cuales nos hemos llegado a sentir con esa “cruda moral”. Pero ¿qué sucede cuando el afectado eres tú? Cuando eres ofendido o agredido por alguien, en la que la situación se le puede salir de control y la frustración que siente, por los diferentes problemas por los que esté pasando, lo hacen explotar; a tal grado que, la persona idónea para desahogar esa tensión eres tú. Es totalmente normal haber estado en cualquiera de los dos lados.

Se pueden decir muchas cosas de las que después nos arrepentimos, ya sea, de forma involuntaria o con toda la intención; lo que hace que, en tu cabeza, no dejen de dar vueltas los pensamientos del porqué de tus actos. El aceptar que te equivocaste, es el primer paso para reconocer que tus acciones fueron incorrectas. En ocasiones, el orgullo es más grande, que nos negamos a expresar una disculpa a quien ofendimos; o tal vez, la vergüenza de hablar con la otra persona, llega a dominar la situación, lo que hace que la cruda moral pueda llegar a intensificarse.

Llega a existir los casos, en que a toda costa buscamos justificar nuestro proceder, por lo que, la aceptación y la disculpa, son temas que se ven realmente lejanos; lo que lleva a pensar, que lo que hicimos o dijimos fue lo correcto, aunque en realidad, sepamos que nosotros fuimos los verdaderos culpables, y no tratar de atribuirle la responsabilidad a la otra persona.

Por eso, si dejamos nuestro orgullo de lado y decidimos aceptar y ofrecer disculpas, tal vez podamos solucionar gran parte del problema, aunque esto no garantiza que la relación con la persona agraviada quede sana, como si nada hubiese sucedido. Esto el tiempo lo determinará.


“El conocimiento habla
y la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).