CRUDA MORAL: EL ARREPENTIMIENTO
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eguramente, en alguna etapa de tu
vida, has tenido que pasar por una situación en la que el remordimiento te hace
presa de su poder; logrando hacerte sentir solo y pensando en qué habría
pasado, si tal o cual acción por nuestra parte, no la hubiésemos realizado.
Vislumbramos un puñado de posibles finales, pero llegamos a la conclusión de
que lo hecho, hecho está.
Pudo
ser que, a alguien, le dijimos algo que no era correcto, o tal vez sí lo era,
pero el efecto causado en esa persona es el mismo: molestia, enojo y otros
sentimientos en nuestra contra, que te hacen sentir que tuviste la culpa,
aunque muchas veces no sea así.
Esto
es común en todos, pero hay de magnitudes a magnitudes. En ocasiones nos
quedamos con el mal sabor de boca por no haber ayudado a alguien que necesitaba
de nosotros, bajo el pretexto de tener poco tiempo para llegar a tal sitio, o
que simplemente no tenemos forma de hacerlo; cuando en realidad, invertir unos
cuantos minutos, hubieran marcado una gran diferencia y nos ayudaría a nosotros
mismos con nuestra buena acción del día; o que en veces llegamos a decir cosas
que hacen ver mal a nuestro semejante, ya sea por seguir los chismes que
proliferan, o simplemente porque nos cae mal.
Pueden
existir muchos casos, distintos temas por los cuales nos hemos llegado a sentir
con esa “cruda moral”. Pero ¿qué sucede cuando el afectado eres tú?
Cuando eres ofendido o agredido por alguien, en la que la situación se le puede
salir de control y la frustración que siente, por los diferentes problemas por
los que esté pasando, lo hacen explotar; a tal grado que, la persona idónea
para desahogar esa tensión eres tú. Es totalmente normal haber estado en
cualquiera de los dos lados.
Se
pueden decir muchas cosas de las que después nos arrepentimos, ya sea, de forma
involuntaria o con toda la intención; lo que hace que, en tu cabeza, no dejen
de dar vueltas los pensamientos del porqué de tus actos. El aceptar que te
equivocaste, es el primer paso para reconocer que tus acciones fueron
incorrectas. En ocasiones, el orgullo es más grande, que nos negamos a expresar
una disculpa a quien ofendimos; o tal vez, la vergüenza de hablar con la otra
persona, llega a dominar la situación, lo que hace que la cruda moral pueda
llegar a intensificarse.
Llega a existir los casos, en que a toda costa buscamos justificar nuestro proceder,
por lo que, la aceptación y la disculpa, son temas que se ven realmente
lejanos; lo que lleva a pensar, que lo que hicimos o dijimos fue lo correcto,
aunque en realidad, sepamos que nosotros fuimos los verdaderos culpables, y no
tratar de atribuirle la responsabilidad a la otra persona.
Por
eso, si dejamos nuestro orgullo de lado y decidimos aceptar y ofrecer
disculpas, tal vez podamos solucionar gran parte del problema, aunque esto no
garantiza que la relación con la persona agraviada quede sana, como si nada
hubiese sucedido. Esto el tiempo lo determinará.
“El
conocimiento habla
y la sabiduría
escucha”
(Jimi Hendrix,
1942-1970).