lunes, 27 de enero de 2020

MAL DE OJO: "Padecimiento ocasionado por la mirada de una persona hacia otra, transmitiéndole una energía negativa, que terminará repercutiendo en la salud de ésta. Para los mayas, los aires o vientos negativos pueden ser causantes de distintos tipos de desequilibrios, de enfermedades, e incluso, de la propia muerte".

Nahui ollin, símbolo portentoso de la unificación del Universo.
Hay quienes interpretan el centro como un ojo divino.
MAL DE OJO: MITO O REALIDAD

E
n muchas partes del mundo, se ha hablado siempre —desde el principio de los tiempos—, de las posibles causas que acarrean, tanto los beneficios, como a su vez, las desgracias, que aquejan al ser humano. Y al no encontrar explicación racional, es decir, algo “lógico” captado por los sentidos, las personas se inclinaron a sospechar que, muy probablemente, las causas estuvieran siendo llevadas a cabo, pero desde un plano no visible.

No es intención del presente artículo, el de entrar en debate, sobre la realidad o la verdad última; ni mucho menos en cuestiones de índole sobre la verdad religiosa. Únicamente busca tocar un tema, que ha estado presente desde hace muchos siglos, en lo que hoy es México, al igual que en muchas culturas alrededor del globo terráqueo.

Es bien sabido, que existen individuos, a los que muchas de las personas —crean éstas, o no—, les atribuyen habilidades especiales y, por lo tanto, no presentes en las demás. Habilidades que, bien pueden ser utilizadas para “el bien”, o que, en su defecto, si estas personas también desearan, podrían hacer uso de ellas, pero para “el mal”. La presencia de este tipo de personas ha existido en las diversas culturas, se insiste; pero debido a la penetración progresiva de las corrientes materialistas, en cierto sentido, este aspecto se ha visto mermado y relegado, incluso, a un plano secundario y, muchas veces, olvidado (a diferencia de la antigüedad, en donde se trataba de una situación de primera índole).

La zona del sur de México, y algunas partes de sus alrededores, tienen todavía muy arraigadas las ideas de antaño, que se vinculan con las energías no visibles. Me refiero a ciertas zonas, tales como Oaxaca, Chiapas, parte de Veracruz, pero principalmente, Yucatán; éste último, reconocido conservador de la denominada “Medicina Tradicional Mexicana”, como es conocida, desde luego con la última palabra, en el extranjero. Una frase muy sonada, al investigar al respecto, es la que reza —casi textualmente—, que “con los ojos es posible derrumbar a un imperio”. El mal de ojo es definido, por algunos, como un padecimiento ocasionado por la mirada de una persona hacia otra, transmitiéndole una energía negativa, que terminará repercutiendo en la salud de ésta. Afirmándose que, ni siquiera los poderosos del mundo estaban exentos de ser víctimas, y podían caer sus gobiernos, ante la mirada de un simple mortal.

Para los mayas, por ejemplo, los aires o vientos fueron catalogados como: buenos y positivos, o bien, como malos y negativos. Estos últimos mencionados, pueden ser causantes de distintos tipos de desequilibrios, de aparición de enfermedades, e incluso, de la propia muerte. El motivo, es que el aire era considerado un elemento conector entre el plano terrenal y lo sobrenatural, y que en él podía reflejarse el merecimiento para cada persona.

Se decía, que los malos aires podían provenir de la naturaleza, como consecuencia de algún incumplimiento dentro de la sociedad, o por conductas inapropiadas (principalmente, la desobediencia a los postulados morales y a las divinidades. Pero entiéndase: como merecimiento, no como “amonestación” o “despecho” divino, por decirlo de un modo). Sin embargo, también se afirmaba, que estos vientos negativos podían ser generados por los mismos seres humanos. Ahora bien, tratándose de esta segunda categoría, es en donde entraba la idea, de que ciertos individuos contaban con la habilidad de dañar, con su mirada y mal deseo, a sus semejantes y hasta a los animales. En otras palabras, un perjuicio ocasionado por la envidia, como factor principal y para la mayoría de los casos registrados.

Lo que la mayoría de la gente sabe —o ha oído—, hasta nuestros días (aunque lo desapruebe o lo vea como algo ‘fantasioso’ o ‘supersticioso’), es que el mal de ojo es mayormente propenso en bebés y en menores de edad, en general (primariamente). Y en menor medida, los adultos lo pueden llegar a sufrir. No están libres como para no padecerlo. Entre los síntomas, se mencionan algunos como los siguientes: dolor de cabeza, fatiga, náuseas, debilidad corporal, pesadez mental, vómito, falta de apetito, desesperación, ansiedad, llanto (en niños), sed, insomnio, hundimiento de ojos y palidez. Sin embargo, es posible que falten señalar otros más; aquí sólo se mencionan los más comunes y escuchados. No obstante, es bien sabido, que cada persona por ser distinta presentará un cuadro diferente; por lo que es de advertir, que no se espere el mismo resultado.

Los indígenas solían hablar (y muchos todavía continúan haciéndolo) de diversos “agentes del ojo”. Así pues, encontramos tales como: “ojo de hombre”, “ojo de mujer”, “ojo de borracho”, “ojo de sol”, “ojo de embarazada”, por sólo citar los más conocidos. Se cree, que el mal de ojo es dirigido contra personas débiles —hablando, claro está, en un ámbito espiritual o energético—. Es por ello, que los niños son más susceptibles a él, por encontrarse todavía en un proceso de desarrollo.

La transmisión de la energía dañina —es decir, de “ojear”—, se da cuando la persona es vista por alguien con la “mirada fuerte o pesada” (u “ojeador”). Ante todo, el motivo de ello (se dice), es cuando la persona afectada (u “ojeado”) es bonita. El ojeador se queda con deseos de tocar, abrazar o besar al niño, por lo cual, esa energía reprimida es pasada al infante con esos efectos dañinos. Cabe señalar, que los indígenas también denominaron a esta dolencia, como: “el mal de las muchachas hermosas”; pues llegaban a haber mujeres que tendían a padecerlo, incluso en la adultez, y buscaban ocultar sus rostros para evitar el maleficio; sea ya por envidia de mujeres o por la admiración de hombres.

En la segunda entrega de este tema, continuaré profundizando sobre este fenómeno, increíble para muchos y verídico para otros más.

“El conocimiento habla
y la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).