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entro de la muy interesante cultura
veracruzana, podemos encontrar un gran número de mitos y leyendas, que al ser
leídas o escuchar su narración, demuestran la gran capacidad de un Estado, de
mantener dentro de su acervo, historias que datan de muchos años atrás y, que a
la fecha, se mantienen vivas dentro de la población local y apreciadas por los
visitantes y estudiosos de la cultura nacional.
El día de hoy, les contaremos sobre una
leyenda, que tal vez no sea conocida en la mayor parte de nuestro país, pero
que en la costa veracruzana, específicamente en el Puerto de Alvarado, la
historia del “perro prieto”, es ampliamente mencionada.
Como
bien les mencioné anteriormente, esta historia se centra en una localidad de la
costa, donde se dice que existió un hombre, de aspecto descuidado, violento y
bravucón; quien disfrutaba de sembrar el miedo en los habitantes del Puerto.
Dicen que gustaba de molestar y faltar al respeto, principalmente a las
mujeres, más que a los hombres; además de irrumpir en los domicilios, de donde
aprovechaba para robar alimento y pertenencias de los moradores.
La identidad del individuo era
desconocida. Por su aspecto, llegaron a considerarlo como un extraño vagabundo,
que quizás provenía de algún poblado cercano. Al principio, la gente sintió
algo de compasión por este personaje, por lo que le brindaban comida o, en su
defecto, algún tipo de ayuda. Todo con tal de ayudar a un semejante que, al
parecer, había caído en la desgracia.
Pero, para la sorpresa de todos, la
actitud del vagabundo fue cambiando con el paso de los días, hasta convertirse
en un desalmado delincuente, que disfrutaba de perjudicar a los que, en un
principio, le ayudaron y que ahora gozaba y disfrutaba con hacerles el mal,
robándoles y atacándoles, sin el menor remordimiento.
Un día, el pueblo entero decidió
poner un alto a tan lamentable situación, por lo que, tomando mucho valor,
decidieron expulsar por la fuerza al forastero; quien vociferaba maldiciones
hacia los pobladores, jurando volver para vengarse de todos los habitantes de
Alvarado.
La calma volvió de nueva cuenta a la
villa. No se sabe cuánto tiempo pasó desde ese día, hasta que una mañana, de la
nada, un gran perro negro apareció en la localidad. Con un aspecto atípico y de
una raza que no se parecía en nada a las conocidas: grande, descuidado, de
carácter agresivo, ojos brillantes, dientes y colmillos afilados, aparte de ser
muy feo, independientemente de que no ladraba. Sólo gruñía de una forma
horrenda y amenazadora. Siempre al acecho de cualquier persona o animal que
pasara junto a él.
Algo raro pasaba con ese animal, al
que algunos, llegaron a referirse como un ser venido desde el mismo infierno.
No pasó mucho tiempo para que el gran “perro prieto” empezara a
intimidar a la gente. La historia cuenta, que sus primeras víctimas fueron una
señora y su hijo, quienes, al ir de regreso hacia su casa tras comprar en el
mercado, fueron interceptados por el animal, bloqueándoles el paso. Por lo que
el hijo de la dama le ofreció al perro, un trozo de pan; pero antes de que el
joven pudiera dárselo, el perro, con una gran mordida, le arrebató el pan y, de
paso, hirió la mano al muchacho y huyó del lugar.
Mucha
gente fue lastimada por el can infernal. Heridas en diferentes partes del
cuerpo, fueron los testimonios de las embestidas. Arremetía de día y de noche,
su agresividad no pasaba desapercibida y sus ataques se intensificaban cada vez
más. Invadía las viviendas, destrozaba lo que podía, robaba comida y perseguía
a los residentes, principalmente a las mujeres.
Los
días transcurrían, sin que nadie pudiera hacer algo al respecto. El temor se
había convertido en algo normal, hasta que un día todo cambió. Después de mucho
batallar, despreciar y odiar al “mejor amigo del hombre”; surgió un
varón, harto del comportamiento del animal, decidió enfrentarlo, bajo
conocimiento del gran peligro que corría al hacerlo.
Lo
increpó, armado únicamente con una vara gruesa. La pelea dio inicio, y para
fortuna del hombre, no resultó herido; pero los golpes asestados al perro fueron
certeros, hasta que quedó inmóvil, tirado en la calle. La gente, poco a poco,
se acercó para felicitar al valiente por haber eliminado al tormento de
Alvarado, agradeciéndole la buena acción realizada.
Creyéndolo
muerto, inerte, se llevaron una gran sorpresa, al ver al enorme animal,
levantarse en sus patas traseras. El asombro fue mayor, al ver a la bestia cómo
se arrancaba la piel de la cabeza, tal como si fuese un disfraz. Lo que vieron
los dejó sin palabras, ya que reconocieron a aquel hombre, que tiempo atrás los
hostigaba con su mal proceder; quien, al verse rodeado, echó a correr,
quitándose el resto de la piel de perro que le quedaba en el cuerpo, mientras
huía despavorido.
En
ese momento, notaron la similitud en las acciones del vagabundo y del perro
prieto, que prácticamente coincidían en todo; por lo que, para muchos, ya había
despertado alguna sospecha. Finalmente, los alvaradeños se libraron de su
amenaza, y hasta el día de hoy, jamás se le ha vuelto a ver.
Y
así termina esta leyenda, que forma parte de la tierra de mi padre: Alvarado,
Veracruz.
“El
conocimiento habla
y la sabiduría
escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).