ÁFRICA: FUENTE
DEL INTELECTO
E
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n las montañas de Lebombo, en la zona
sur de África, fue encontrada una herramienta exótica, que, según los
investigadores, su edad dataría de aproximadamente 40 mil años. Se trata del
peroné de un babuino, un objeto óseo que debió emplearse como calendario lunar,
tras hallársele 29 cortes, curiosamente.
Ante
esto, Richard Mankiewicz en la “Historia de las Matemáticas”, lo visualiza
como: “la manifestación más antigua del empleo de cálculos matemáticos”.
Se ha supuesto, incluso, que la artífice debió ser una mujer al tratar de medir
el ciclo menstrual, pero de esto no hay una seguridad.
Si
esto fuera poco, a finales del siglo XX, el arqueólogo y paleontólogo,
Christopher Henshilwood, descubrió en Sudáfrica lo que sería conocido como “las
obras más antiguas de la Humanidad”. Esto fue de suma relevancia para el
mundo científico y para los historiadores, pues es evidencia de que el
intelecto humano ha estado presente, desde muchos años antes, de lo registrado
en Europa.
Lo
que Henshilwood allí descubrió, en la Cueva de Blombos, fueron objetos
interesantes que ponen de manifiesto la inteligencia del hombre muchos siglos
antes de nuestra era. Sobre todo, por el empleo de figuras geométricas, pese a
tratarse de épocas primitivas. Siendo los protagonistas de tan notables habilidades,
sus antiguos y originarios habitantes.
Este
tipo de descubrimientos, entre otros más, han dado lugar a que se replantee la
Historia, prestando mayor enfoque y valor a las tierras del continente
africano. Cosa que en el pasado lo fue, pero que lamentablemente con el paso de
los años, se vio relegado.
Ya
desde la antigüedad, cuando los griegos exploraron esta antigua tierra, se
percataron de que sus habitantes eran individuos con un alto grado de
conocimientos, entendidos en diversas disciplinas: arquitectura, filosofía,
religión, matemáticas, etc. Los griegos llamaron a estas tierras “Etiopía”
(castellanizado), que quiere decir “país de los negros”; y tan alta fue la
admiración que les tuvieron, que vieron necesario aprender de ellos, para
llevar sus conocimientos a Europa y civilizar a su país. A su vez, pensaban que
este lugar gozaba del respeto de los dioses del Olimpo, a tal grado, que Zeus
llegó a visitarlo, según Homero.
Los
griegos, en un intento por dar explicación a las características de la región y
de los lugareños, decían que éstas eran consecuencias del mito de Faetón, quien
por alardear ser hijo de Helios —el dios del sol—, solicitó a su padre conducir
su carruaje tirado por caballos, tan sólo un día. Pero su inexperiencia provocó
que el carruaje del sol se acercara mucho a la zona de África, quemando la
vegetación (volviéndola desértica) y la piel de sus habitantes.
Cabe
destacar, que de este pueblo surgiría el Imperio Egipcio. Los egipcios, por su
parte, llamaban a su tierra “Kemet”, cuyo significado es “Tierra
Negra”. Pues independientemente de la cuestión física, las tierras fértiles
propicias para la agricultura —y, por lo tanto, para asentarse—, adoptaban un
color oscuro por la presencia del limo depositado por el Río Nilo. De ahí en
fuera, el desierto, cuyo color es otro, no era apto para esta finalidad.
África
es un lugar lleno de riquezas, no sólo por la diversidad de su flora y fauna,
sino por su gente, quienes infundieron la luz del saber a quienes fundarían los
pilares de la Cultura Occidental.
“El
conocimiento habla
Y
la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).