ARTE GÓTICO:
LA LUZ DE LA DIVINIDAD
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os encontramos en los últimos siglos
de la Edad Media; años de importantes transformaciones sociales, debido a la
influencia ganada por el Clero, la clase burguesa y las ciudades. La Arquitectura
Románica prevalecía en Europa en el siglo XI, herencia y consecuencia de la
Cultura Clásica (Grecia y Roma). Y en esto, también, no habría
excepción para el cambio.
Todo
comenzaría por la presencia de dos eclesiásticos franceses importantes de este
período —el Abad Suger de Saint-Denis (consejero de la Corona
Francesa) y San Bernardo de Claraval (monje de la Orden Cisterciense)—,
quienes expresarían criterios opuestos entre sí, sobre cómo debería ser
realmente un recinto digno para Dios.
El
Abad Suger consideraba como justo, que lo más bello y valioso en la creación, fuera
destinado para la celebración de la Santa Eucaristía. Ya que, desde el
Antiguo Testamento, los recipientes dispuestos para contener la sangre de los
machos cabríos estaban hechos de oro.
Por
su parte, San Bernardo de Claraval, defendía una postura austera y libre de
lujos, al expresar que la ornamentación en las iglesias era excesiva, mientras
que afuera, muchas personas vivían en la miseria.
A
raíz de aquí, surgirá en el siglo XII una corriente nueva con esencia de ambas posturas
—desplazando al imperante Arte Románico—, y que fuera conocida como “Arte
Gótico”. Esta corriente artística tuvo su origen en Francia, para
posteriormente expandirse por el resto de Europa con una duración de casi tres
siglos, hasta la llegada del Renacimiento en Italia.
El
término “gótico” (arte de los godos) sería acuñado por el arquitecto
Giorgio Vasari en forma despectiva, al manifestar su inconformidad ante la
presencia de un estilo artístico que prescindía y buscaba desplazar el legado de
la Cultura Clásica o Grecorromana.
El
Arte Gótico fue manifestado tanto en la Arquitectura Militar (murallas y
castillos) como en la Arquitectura Civil (hospitales, palacios y
universidades) de la época. Pero, ante todo, se trataba de una Arquitectura Religiosa
(monasterios e iglesias) del Arte Cristiano.
La
naciente ideología concebía edificaciones ligeras, delgadas, altas y muy luminosas,
con énfasis en el protagonismo de la luz. A diferencia de la Arquitectura
Románica, en donde la oscuridad en los interiores era inevitable, por la
técnica empleada y el predominio de la piedra en los pesados y gruesos edificios.
Esta innovación de la ingeniería permitió que fuera posible la construcción de
grandes iglesias, abriendo paso a la implementación de largas y coloridas filas
de vidrieras, con fines ornamentales para una mayor luminosidad.
Al
ser las ciudades el eje del poder, la Catedral —lugar donde el Obispo tiene su
cátedra—, no sólo sería su distintivo, sino que tutelaría la zona urbana; toda
vez, que sus colosales dimensiones físicas de altura, luz y tamaño simbolizarían
la presencia de Dios entre los hombres.
A
pesar de que la Basílica de Saint Denis, Francia fue la primera iglesia en construirse
con características góticas, es actualmente la Catedral de Notre Dame en
París, la estructura más famosa de este tipo. Curiosamente planeada e iniciada
con estilo románico, pero cuya obra culminó con el estilo gótico.
Entre
los principios de la nueva ideología se destaca que, a diferencia de los muros gruesos
del románico —los cuales impedían al hombre el contacto con la divinidad—,
la ligereza y la esbeltez del muro gótico, concedían el vínculo de la criatura
con Dios, por medio de la luz; a la vez que la altura del templo simulaba la majestad
del Cielo, incomprensible a los ojos del hombre. La ornamentación, de acuerdo
con el Abad Suger, permite inducir al conocimiento de Dios, por medio de la
contemplación de la belleza material.
El
término gótico en la actualidad se le asocia con la oscuridad, cuando en
realidad se trata de todo lo contrario. Esto fue a causa de que la mayor parte
de las historias y relatos ambientados en fenómenos paranormales e
inexplicables, durante el Romanticismo, tuvieran su escenario principal en
construcciones de estilo gótico.
“El
conocimiento habla
y
la sabiduría escucha”
(Jimi
Hendrix, 1942-1970).