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n la Antigua Grecia se le concedió
especial enfoque al cuidado y mantenimiento del cuerpo. Y no se trataba
únicamente de alcanzar este objetivo, era necesario estimularlo y buscar
estrategias para no perder el hábito, sino conservarlo y enseñarlo a las
generaciones futuras.
Disciplinas
diversas que implicaban lo anterior, fueron puestas en práctica durante los
Juegos Olímpicos. Era apasionante ver la competencia entre individuos de grandiosas
aptitudes, esforzándose por obtener el primer puesto. Pero era necesario
también, ennoblecer tan grande logro; por lo que, parte del reconocimiento
público a los vencedores, implicaba hacerle merecedor de una corona de hojas de
laurel. Más tarde, esta distinción también sería concedida a los guerreros
victoriosos.
Se
ha sugerido, que el origen de designar al laurel con un simbolismo muy especial
y reservado, estaría fundado en la historia de Apolo y Dafne. Se cuenta que
luego de que el nivel de las aguas bajara —anormalidad causada por el
desencadenamiento del Diluvio Universal—, de la madre tierra surgió un monstruo
que fue conocido en la mitología como la “Serpiente Pitón”.
Se
trataba de un ser terrorífico de proporciones descomunales, muy temido por los
pueblos. Ovidio rescata la historia del final del monstruo en su célebre “Metamorfosis”,
narrando el protagonismo del dios Apolo en la escena del combate, quien
valientemente se enfrentó con la temible criatura, dándole muerte.
Apolo
—divinidad asociada a las artes, a la armonía, a la belleza e incluso a la luz
solar—, era uno de los dioses principales del panteón griego, hermano de la
diosa Artemisa, representada como cazadora en estrecho vínculo con la
naturaleza. Ambos eran hijos de Zeus, pero no de su unión con Hera, sino con
Leto.
Se
cuenta, que la encolerizada Hera perseguía incansablemente a Leto tras
enterarse de su embarazo, buscando impedir el parto. No existe un solo relato
de lo que sucedería luego: la Serpiente Pitón intentó matar a Leto. Una versión
señala que actuaba por órdenes de Hera; otra, que por propia iniciativa buscaba
evitar el nacimiento de su futuro asesino, el dios Apolo. Sin embargo, el plan
fracasó y Leto dio a luz a los dos hermanos.
Posteriormente,
el dios daría muerte al monstruo con sus flechas, gracias a sus habilidades en
el manejo del arco. Este acto de extremo orgullo, sería lo que daría lugar al inicio
de la tragedia de Apolo. Alardeando de sus dotes con el arma, el dios se dirige
soberbiamente a Eros (Cupido), burlándose de él y desacreditándolo, ya que Eros
portaba también un arco consigo; pero para Apolo, éste carecía de la presencia
y la destreza necesarias para hacerlo, por tratarse del dios del amor.
Eros,
en represalia, se coloca estratégicamente y dispara dos flechas. La primera era
de oro, la cual penetra a Apolo ocasionándole un amor desbordante por la ninfa
Dafne. La otra era de plomo, cuyo efecto era el de provocar una aversión total
hacia Apolo, flecha que atravesó a Dafne.
Apolo,
desesperado por estar con Dafne, decide salir a su encuentro, mientras ella busca
a toda costa rehuir de él. Como el dios se percata que no será correspondido, decide
tenerla a como de lugar y la persigue, lo que aterra a la ninfa y emprende el
escape. Cuando Apolo está cerca a alcanzarla, Dafne pide ayuda a su padre, el
dios Peneo, para que le cambie pronto el aspecto, antes que el dios la atrape.
Fue
entonces, ante los ojos de Apolo, cuando el cuerpo de la ninfa inició su
transformación. De sus pies brotaron raíces, de su torso un tronco y de su
cabeza y brazos, ramas. Dafne se había convertido en un árbol de laurel. El
dios, muy desolado por su trágico final, decide entonces consagrar al laurel
como su árbol, cuyas hojas eternamente jóvenes, adornarían solamente las sienes
de los campeones y de los héroes. Es por ello, que el nombre “Laura”
significa “victoria”.
“El
conocimiento habla
y
la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).