AGRICULTURA: LA BASE DEL MUNDO
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o que dentro de la historia de la
humanidad ha perdurado por siglos y siglos, sin duda alguna es la agricultura.
Base de la sociedad y motor de las civilizaciones a través de la historia,
logró el sedentarismo del ser humano, al descubrir las bondades de trabajar la
tierra, obteniendo de ésta, una gran recompensa.
De
un origen milenario, la agricultura vino a revolucionar el estado de vida de
los pueblos del mundo, al dotarles de una fuente de alimento y asegurarles una
actividad económica; lo que ocasionó el establecerse en los diferentes sitios
que, poco a poco, se fueron transformando en las grandes ciudades de hoy en
día.
El
uso de diferentes plantas y árboles dieron “frutos”
para lograr el éxito de las poblaciones, destacándose los cereales como el
trigo, la cebada y el maíz, como tres de los principales protagonistas de una
larga lista de productos obtenidos de la tierra. Los procesos de siembra han
ido cambiando a través del tiempo, cada vez siendo más efectivos y prácticos,
logrando una optimización de los recursos.
La
agricultura es definida como una actividad de procedimientos y método de
trabajar la tierra, con el objetivo primordial de producir alimentos; siendo
las frutas, verduras, cereales y hortalizas los más importantes.
Considerada
como una fuente sustancial de ingresos, la agricultura se ha catapultado como
una actividad económica del sector primario; donde las acciones del hombre —dentro
de la productividad del suelo—, han logrado la transformación del medio
ambiente, obteniendo, a cambio, los beneficios que conlleva la
industrialización y comercialización.
En
sus inicios, la agricultura tuvo apogeo en el período Neolítico. La raza humana
era nómada y basaba su vida en la recolección, pesca y caza, llevando al máximo
su explotación; a tal grado que, al agotar los recursos, tenían que buscar un
nuevo sitio para cubrir sus necesidades, terminando con este tipo de vida
cuando la agricultura se convirtió en su actividad principal.
Lamentablemente,
no todo es bueno dentro de lo considerado sano para la humanidad. Las formas
irresponsables, con tal de obtener beneficios económicos, han llevado al
extremo la producción de diferentes cultivos —debido a la industrialización
desmedida, con tal de acelerar el proceso de crecimiento de las siembras—,
llevando a la utilización de fertilizantes y químicos dañinos que hacen
repercusión directa en la salud de los consumidores.
La
agricultura puede clasificarse: por el tipo de producción en volumen; por el
tipo de riego y cantidades de agua a utilizar; por sus medios de producción y
rendimiento; y por último, por la técnica que se utiliza.
Por
el tipo de producción en volumen, se clasifica en: agricultura de subsistencia (de baja producción, para alimentar
comunidades pequeñas) y agricultura
industrial (alta producción, para uso doméstico y de exportación).
Por
el tipo de riego, se clasifica en: agricultura
de regadío (sistema de riego natural o artificial) y agricultura de secano (agua de lluvia).
Por
los medios de producción y rendimiento, se clasifica en: agricultura extensiva (utilización de áreas grandes para el
cultivo, obteniendo bajos niveles de producción con la finalidad del cuidado
del suelo) y agricultura intensiva
(utilización de áreas pequeñas para el cultivo, buscando grandes niveles de
producción a cambio del daño del medio ambiente).
Por
la técnica que se utiliza, se clasifica en: agricultura industrial (grandes producciones para comercializar), agricultura ecológica (producciones
acordes a las necesidades, con tecnología y métodos amigables al medio
ambiente, tratando de no alterarlo) y agricultura
tradicional (la más pura de todas, con procedimientos originarios y
sobrevivientes de cada región).
Cual
sea el tipo de agricultura, lo cierto es que trajo un bienestar a la humanidad.
“El
conocimiento habla
Y la sabiduría
escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).