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INFRAMUNDO: EL DESTINO DE LOS MORTALES
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a muerte terrenal es el destino inevitable de todos los seres vivos. La incertidumbre ante lo que posiblemente habrá de venir después de ella, ha inquietado a los seres humanos por siglos. No existe persona dentro de la sociedad que, escéptica o no, no haya escuchado o leído respecto al destino que le depara a las almas, dependiendo de la conducta que en vida tuvieron.
El Hades, según los griegos, se encontraba debajo de la Tierra. En este sombrío lugar, las almas de los difuntos —después de haber atravesado el Érebo—, podían ser enviadas a los Prados Asfódelos o al Tártaro. El primero recibía a las almas de los muertos en general, mientras que el segundo era un lugar de tormento para todos aquellos criminales y despiadados. Asimismo, en este pozo de tortura fueron condenados los Titanes, enemigos de los dioses, cuyas puertas continúan siendo custodiadas por los Hecatónquiros —gigantes de cien brazos y cincuenta rostros—, los cuales en un inicio habían sido lanzados a este sitio, pero fueron liberados por Zeus cuando éste solicitó su ayuda para pelear contra los Titanes.
El dios Hades, amo y señor de estas tierras, tenía por mascota y guardián al monstruoso Cerbero, encargado de impedir la salida del inframundo a los muertos y la entrada a los vivos. Esta criatura, de aspecto canino, tenía tres cabezas y su cola era una serpiente. La presencia de la figura serpentina en su cuerpo es debido a sus padres, Tifón y Equidna, los cuales contaban con este aspecto reptil.
En la mitología nórdica, sin embargo, ya estaba presente la idea de un can como mascota de la deidad del inframundo. Garm era el perro de la diosa Hela, la regente de Helheim (la región de los muertos), lugar del que se afirmaba que ni siquiera los propios dioses eran capaces de escapar si alguna vez entraban en él. El aspecto de Hela era perturbador, ya que se decía que una mitad de su cuerpo era normal, mientras que la otra era semejante a la de un cadáver.
Al igual que en otras mitologías, dependiendo del comportamiento, las almas de los mortales tendrían un paradero en específico. Si el Tártaro era para los griegos, el Náströnd era para los nórdicos. Este sitio estaba ubicado en la capa más profunda y oscura de Helheim, y estaba destinado para el tormento de los malvados. Se decía que estaba inundado por el veneno y tejido por espinas de serpientes. Allí habita Nidhögrr, el temible dragón que se alimenta de las almas de los condenados. Cabe señalar que el vocablo inglés “hell” (infierno) deriva de Helheim.
Por su parte, para aquellos que en vida demostraron esfuerzo y virtud, los sitios para vivir la eternidad eran completamente diferentes. Si bien los nórdicos contemplaban al Valhalla (guerreros), al Freyja (mujeres nobles) y al Helgafell (gente honrada en general) como sitios de dicha y gozo, los griegos hablaban de los Campos Elíseos y del propio Olimpo.