EL CARRUSEL:
UNA DIVERTIDA TRAVESÍA GIRATORIA
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no de los preferidos por los niños en
ferias y parques de atracciones, sin equivocarnos, es el carrusel. Juego
mecánico provisto de una columna en el centro, de la cual se desprenden varios
asientos individuales para los usuarios; casi por lo general con forma de
caballo, los cuales se desplazan rotatoriamente. Actualmente, es posible que ya
los encontremos de otras figuras.
La
palabra carrusel proveniente del italiano: “garosello”, y que
luego fuera adaptada al francés y al español como: “carrousel” y “carosella”,
respectivamente, se traduce como “pequeña lucha”. Esto, es obra
de los cruzados, quienes tuvieron oportunidad de conocer parte de los
entrenamientos árabes durante sus travesías; el cual, uno de ellos, consistía en
que los jinetes se lanzaban proyectiles para que otro de sus compañeros los atrapara.
Cuando
de su historia hablamos, es imposible no mencionar un antiguo bajo relieve
bizantino del siglo V, donde se aprecia la escena de un poste que sostiene
canastas con personas dentro de ellas.
El
viajero y escritor británico del siglo XVII, Peter Mundy, nos deja constancia
de que, en Bulgaria, entre algunas de las atracciones más aceptadas por el público,
se encontraba la de instalar una rueda, donde una persona era la encargada de
poner en marcha el dispositivo para el gusto de los usuarios.
Fueron
los franceses quienes le darían un giro al carrusel, reservándolo para la alta
nobleza. Relevante sería el protagonismo de Luis XIV, en cuyo reinado los
desfiles y la figura del carrusel fueron impulsados. La Plaza del Carrusel
localizada en París, debe su nombre precisamente a esto, ya que dicho evento llevado
a cabo en 1662, pasó a la Historia como uno de los más significativos.
A
Alemania se le debe gran parte de los primeros intentos de difundirlo en
América. Se cuenta que, fue Gustav Dentzel el primero que lo introdujo al Nuevo
Mundo cuando viajó a estas tierras. Dominaba el arte del tallado en madera y
emprendió un negocio en su nuevo hogar enfocado a este oficio. Se le reconoce
por ser pionero en el diseño del carrusel a vapor que, gracias a las técnicas
modernas, prescindía de la mano humana para darle marcha; de igual forma, en
introducir formas de animales.
Tiempo
después, los modelos serían más parecidos a los actuales hasta desembocar en lo
que hoy conocemos, que no sólo se limitan a andar giratoriamente, sino que
además “suben y bajan” para darle ese toque adicional de vértigo.
En
ocasiones puede que habremos escuchado que al carrusel también se le llama “tiovivo”.
Este término procede de España y, sobre todo, de Madrid. Una historia cuenta
que allá por el siglo XIX existió un carismático hombre llamado Esteban
Fernández, que se ganaba la vida en un pequeño negocio de entretenimiento.
Tenía un carrusel abierto al público infantil que era muy frecuentado.
Pero
tras una epidemia de cólera, el “Tío Esteban” —como le conocían—,
enfermó gravemente y murió. La gente, muy triste, acompañaba al cortejo
fúnebre, cuando de repente —desde el ataúd—, se escuchó el grito del difunto: “¡Estoy
vivo!”. El hombre salió inmediatamente y se levantó, sólo para continuar
gritando lo mismo incansablemente. Fue llevado a tratamiento médico hasta sanar
por completo del cólera.
La
gente, estupefacta, vio en ello un milagro, y el “Tío Esteban” pasó a
ser conocido por todos como “Tío Vivo”, y su fama se extendería después
de su muerte quedando como sinónimo del carrusel.
“El
conocimiento habla
Y
la sabiduría escucha”
(Jimi
Hendrix, 1942-1970).