Ardashir (izquierda) recibe la corona otorgada por Ahura-Mazda (derecha). Ambos pisan a sus enemigos. Bajo relieve de Naqsh-e-Rostam. |
ARDASHIR: EL
FUNDADOR DEL IMPERIO SASÁNIDA
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ería a mediados del siglo II cuando
habría un importante cambio de gobierno en las tierras del antiguo Irán. Un
hombre de nombre Ardashir se hacía llamar sucesor del linaje del gran
Darío, por lo que reclamaba el poder para sí; usurpado —de acuerdo con él—, por
el Imperio Parto prevaleciente, al mando de Artabán IV en ese momento.
Se
tiene registro que el abuelo de Ardashir, era un sacerdote del dios Ahura-Mazda,
quien es la divinidad suprema del Zoroastrismo y cuyo dogma está regido por las
enseñanzas del profeta Zoroastro. Encomendado al dios, Ardashir se rebeló
contra el Estado y, para su fortuna, salió victorioso, instituyendo con ello el
Imperio Sasánida en honor al nombre de su abuelo: Sasán.
Una
vez en el trono, el nuevo Emperador suprimió inmediatamente la religión —hasta
entonces imperante—, de los magos, antiguos enemigos del dogma de
Zoroastro; e instauró en su lugar, el culto oficial a Ahura-Mazda, señor
de la sabiduría, de la luz y de la verdad.
Para
hacer perdurar esta hazaña, se decidió levantar el famoso bajo relieve en la
necrópolis —y hoy sitio arqueológico— de Naqsh-e-Rostam, en donde
se puede apreciar cómo Ahura-Mazda le concede una corona a Ardashir,
legitimándolo como el fundador del naciente Imperio Sasánida, bajo el
título “Rey de reyes”. Cada uno monta a caballo, a la vez que
cada jinete pisa con ellos a su respectivo enemigo: Ardashir al derrocado monarca
Artaban, y Ahura-Mazda a Ariman, el maligno y fuente
de la destrucción y de la muerte.
Y
tal pareciera ser que, efectivamente, Ardashir I contaba con la gracia
de una fuerza sobrenatural, pues los griegos y los romanos lo tenían como un
monarca sobresaliente que había unificado y devuelto la dignidad a Irán, a la
vez que sería recordado por los persas como un personaje mitológico. El
Emperador instruía a su futuro sucesor, quien sería Sapor I, con enseñanzas
como la siguientes: “Un Estado no puede subsistir sin Religión” o
“La suerte de un pueblo depende de la conducta de sus gobernantes”.
Sería
Sapor I, quien rescatara y mandara a compilar los restos del célebre texto
sagrado el Avesta, debido a los irreparables daños que el gran
incendio de Persépolis ocasionara, y el cual, la historia responsabiliza a
Alejandro Magno. De igual forma, Sapor I es recordado por haber hecho
prisionero al Emperador Valeriano, cuya escena fue también
levantada en Naqsh-e-Rostam.
Años
más tarde, después de varios sucesores, tomaría el trono Cosroes, quien
se decidió a reorganizar las instituciones estatales, así como ordenar la
construcción de diques y canales para solucionar la falta de agua en Persia. A
su vez, optó por proteger a los desamparados con el dinero del Imperio y reunió
en torno a él a filósofos de varios países. Una anécdota relata cómo cierto día
Cosroes preguntó: “¿Cuál es la mayor miseria?”, a lo que un
griego respondió: “Llegar a anciano siendo tonto y pobre”; un indio
dijo: “Poseer inteligencia en un cuerpo enfermo”; y finalmente, el
asesor del monarca llamó la atención de todos al exclamar: “Llegar a
viejo y jamás haber practicado la virtud”.
“El
conocimiento habla
y
la sabiduría escucha”
(Jimi
Hendrix, 1942-1970).