domingo, 19 de abril de 2020

AUGUSTO: "Durante su gobierno se empeñó en armonizar la tradición con la fidelidad y los nuevos compromisos del Imperio; procurando conservar las viejas instituciones y la convivencia de la Monarquía con la República. Su especial enfoque a la Administración Pública dio firmeza al Imperio durante cinco siglos".



AUGUSTO: EL FORJADOR DE UN IMPERIO

A
 diferencia de muchos soberanos de la Historia, Augusto concebía a la organización y al orden de un Estado, como una primicia muy por encima de las hazañas bélicas; siendo defensor de la idea del orgullo del buen gobierno. Lo primordial no era la conquista de un Imperio, sino la sabiduría y la virtud de su conducción.

Durante su gobierno se empeñó en armonizar la tradición con la fidelidad y los nuevos compromisos del Imperio; procurando conservar las viejas instituciones, rejuveneciéndolas en sus principales funciones, y pretendiendo la convivencia de la Monarquía con la República. Sería, pues, su especial enfoque a la Administración Pública lo que daría firmeza al Imperio durante cinco siglos.

Toda vez que la República seguía en pie, el Senado fue mantenido por Augusto, al igual que la Aristocracia, por consiguiente. Ya que no podía disolverla, optó por incluirla dentro del papel político, otorgándole funciones de índole administrativa con cargos importantes; de tal manera, que estos se sintieran halagados y, al mismo tiempo, el Estado tendría funcionarios de primer nivel, que se mantendrían fieles a la figura del Emperador.

El nuevo Senado estaría conformado por personajes seleccionados por votaciones, pero influenciadas por la empatía del soberano. Una característica adicional es la otorgación de valor de ley al senadoconsulto, que consistía en una opinión emitida por los senadores. El senadoconsulto pasó a la Historia como una fuente de Derecho; es decir, fue una figura que contribuyó a la creación de leyes de la época imperial.

Aunque el Emperador siempre prestó especial solicitud al Senado, nunca se arriesgó a discutir con él sin estar preparado; para ello formó un comité senatorial particular, que tiempo después sería conocido como Consilium Principis, que significa: “Consejo del Príncipe”.

Debido a la presencia de importantes cargos dentro del Senado, éste conservó su dignidad. Así, podían encontrarse: cónsules, ediles, tribunos, pretores, cuestores y gobernadores de las distintas regiones del Imperio.

Como acto seguido, dada la rivalidad existente desde hacía tiempo entre el Senado y la Orden Ecuestre (los équites), una antigua clase social, Augusto se dispuso a otorgarles funciones específicas a aquellos caballeros más allegados a su persona: el mando de la guarnición de Roma (Praefectus Praetorio), la fuerza policíaca militar y civil (Praefectus Vigilum), el racionamiento de alimentos (Praefectus Annonae) y el gobierno de Egipto (Praefectus Aegypti).

Para pertenecer a la Orden Ecuestre era necesario contar con el servicio militar efectivo, no importando su extracción social; puesto que además de las funciones antes mencionadas, el Emperador les asignó el cuidado de las riquezas, tanto personales como estatales.

Las asambleas populares se vieron mermadas a causa del nuevo sistema implantado, el cual concedía mayor importancia a la participación de la plebe.

La finalidad, en general, era la centralización del poder político en la persona del Emperador, surgiendo —progresivamente—, la figura del paternalismo estatal. Sin embargo, para aquel presente, el resultado fue el esperado, puesto que Augusto estaba logrando la omnipresencia, el equilibrio y la vigorosidad en las diferentes ramas del Estado Romano.


“El conocimiento habla
y la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).