jueves, 30 de abril de 2020

CREATIVIDAD: "Durante años se creyó que era un don, pero no es más que una habilidad que puede ejercitarse para desarrollarla. Existen mecanismos que la estimulan o inhiben, como han arrojado investigaciones científicas. ¿Qué hacer cuando no se nos ocurre nada?".


CREATIVIDAD: UNA HABILIDAD DE POCOS

E
n el transcurso de nuestra vida, es de ley que nos encontremos en circunstancias que nos ponen a prueba y que nos exigen una solución. A veces de forma práctica e inmediata; en otras, de forma minuciosa y con tiempo suficiente para ejecutarla. En cualquiera de los casos, una cosa es esencial: la creatividad.

Está comprobado que no todos tenemos la facilidad para hacer frente a problemáticas que requieren de una resolución versátil, y que, a la vez, suelan ser referencia hacia los demás; debido a que, en ocasiones, nuestra personalidad llega a influir en el modo en que actuamos y tomamos decisiones, repercutiendo en el resultado. ¿Qué hacer cuando no se nos ocurre nada?

Durante muchos años, se llegó a creer que la creatividad era un don, pero no es más que una habilidad que puede ser ejercitada, a tal grado de potenciar su desarrollo. Existen mecanismos que pueden estimular o inhibir la creatividad, según sea el caso, como han arrojado las investigaciones de científicos especializados en la conducta humana, como Edward de Bono, Sidney Parnes y Dean C. Down.

La creatividad y la lógica llegan a discrepar en ocasiones entre sí. La primera puede surgir de lo banal, mientras que la segunda siempre se basa en la razón. Existen métodos documentados que ayudan a poner en práctica esta habilidad, que, para muchos, resulta complicada.

El primer paso es la relajación para pensar de forma desahogada, por lo que un cerebro descansado ayuda a encontrar una mejor respuesta. Es así que, actividades tales como caminar o tomar una siesta, nos desconectan momentáneamente del problema, pero no a nuestro cerebro que, de forma inconsciente, continúa trabajando en beneficio de una respuesta, la cual, puede incluso presentarse de forma inesperada.

Del modo de cómo visualizamos la problemática, dependerá el tipo de solución. Es necesario plantearnos y sumergirnos en distintos panoramas, tratando de comprender el porqué se suscita el conflicto. Debemos examinar detenidamente y, eliminar de raíz, aquello que esté afectando o, en su defecto, implantar aquellas cosas que beneficien. Por ejemplo, si nuestro hijo lleva malas notas en la escuela, lo ideal sería ponernos en su papel, intentando pensar como él, y descubrir qué impide el interés por el estudio. Preguntas como: ¿puedo incentivarlo?, ¿cómo hacer que lo desee?, sería un buen comienzo.

Otra alternativa es comparar el problema, de modo que, podamos aplicar, una técnica similar que alguien más —o nosotros mismos—, hayamos utilizado anteriormente para encontrar la respuesta.

La estimulación cerebral puede obtenerse de la forma más trivial y absurda, por sorprendente que parezca; de tal forma que, al realizar actividades ilógicas nos conduzca hacia esa solución que buscamos. Ejemplos como: lanzar una moneda al aire, hojear una revista o ver la circulación vehicular, podrían ser de mucha ayuda, por incomprensible que esto suene.

Siempre será necesario replantearse la solución, volviendo al punto de partida para así elegir la opción más adecuada, en caso de tener dos o más. Con pequeños ejemplos como estos, ayudaremos a mejorar nuestra creatividad, aprendiendo a saber afrontar la vida, alcanzando aquello que un día llamaremos: experiencia.


“El conocimiento habla
y la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).