DENOMINACIÓN
DE ORIGEN: IDENTIDAD MEXICANA
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in duda, existen productos que brindan
referencia sobre la personalidad de un país, haciéndolo reconocido en el resto
del mundo. Así como las naciones orientales se distinguen por su amplia
variedad gastronómica, algo similar sucede con otros pueblos, y México no es la
excepción a la regla.
Al
escuchar la palabra tequila, inmediatamente viene a la mente “México”,
el cual es un licor que goza de fama y prestigio en bares y restaurantes de
diferentes latitudes; más, si se trata de negocios con la temática mexicana y
que proyectan parte de la cultura nacional.
La
lista de productos, que se hace acreedora con esta distinción, destaca su
calidad, mismos que se han ganado el reconocimiento fuera de las fronteras de
México. Para esto existen acuerdos internacionales que garantizan la
denominación de origen, a fin de cuidar la calidad de los distintos productos
ante la piratería e imitaciones baratas, asegurando al consumidor una compra
genuina, a la vez que los fabricantes son reconocidos oficialmente, obteniendo los
correspondientes certificados de autenticidad.
Para
llegar a este logro legal, tuvieron que pasar muchos años. A Francia le debemos
la iniciativa que hoy conocemos. Ellos fueron quienes, en 1883, realizaron los
primeros esbozos para la protección de los nombres de sus productos regionales.
Sin embargo, esto tomaría forma hasta 1958 con el “Arreglo de Lisboa
relativo a la protección de las denominaciones de origen y su registro
internacional”.
Con
este tratado internacional se pacta la protección de los productos propios, así
como la del resto de países miembros para el beneficio mutuo y resguardo de la
legalidad, ante la inminente ola de falsificaciones y competencia desleal.
De
los licores mexicanos, el tequila fue el primero en recibir su
denominación de origen, en el ya lejano 1974, siguiendo la normativa establecida,
donde se especifica que debe prepararse con agave azul; siendo cultivado en las
localidades autorizadas de los Estados de Jalisco, Nayarit, Michoacán,
Guanajuato y Tamaulipas.
Otros
licores son el mezcal oaxaqueño, que ha ganado notable prestigio; la tradicional
bacanora a base de agave yaquiana; el sotol, destilado de la
planta desértica conocida como sereque; y la charanda, obtenida del jugo
de caña de azúcar fermentado y destilado, encontrada en sus versiones dorado,
blanco, reposado y añejo.
Hablando
de artesanías, la cerámica de talavera sólo es reconocida si es hecha en
los Estados de Puebla y Tlaxcala; la materia prima debe proceder de las minas
locales, y su decoración debe admitir únicamente seis colores: negro, amarillo,
verde, naranja y dos tonalidades de azul. Por otro lado, se encuentra la madera
laqueada de Olinalá, la cual es reconocida siempre que sea producida en
dicho municipio del Estado de Guerrero, si la madera procede del árbol lináloe,
y si la aplicación del barniz se apega a la técnica tradicional.
De
los productos del Estado de Chiapas, se encuentran el mango ataúlfo, el ámbar
y el café. Cabe mencionar que el café del Estado de Veracruz
también cuenta con esta distinción, así como la vainilla de Papantla.
Por su parte, el Estado de Morelos tiene una variedad de arroz, cuyos
granos no se rompen fácilmente ante el calor. El Estado de Yucatán participa
con el chile habanero. Por último, el Estado de Tabasco es bien
representado por el cacao Grijalva.
Otros
productos que se encuentran tramitando el beneficio de la denominación de
origen son el ‘café pluma’ oaxaqueño, los quesos ‘Cotija’ y ‘Chihuahua’,
la ‘pasta de mole’ poblano, el ‘aguacate Haas’ michoacano y el ‘pox’,
bebida alcohólica chiapaneca.
“El
conocimiento habla
y la sabiduría
escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).