EL CACAO: EL
ALIMENTO DE LOS DIOSES
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uando los conquistadores españoles
arribaron a tierras mexicanas, quedaron ampliamente sorprendidos por el sistema
monetario que, los originarios mayas y aztecas, poseían. Se trataba del uso de
un grano procedente de un árbol domesticado y cultivado: el cacao, o
como era conocido “cacau” y “cacahuatl”.
Para
obtener los granos, había que extraerlos del fruto en forma de mazorca, los
cuales eran lavados y depositados en una superficie arcillosa, mismos que
serían secados al sol para lograr su endurecimiento. Una vez conseguido lo
anterior, los granos de cacao alcanzaban un gran valor comercial durante tres
años, que era el tiempo en el que estos se mantendrían en buenas condiciones
para su uso comestible.
El
conquistador Bernal Díaz del Castillo nos deja registro, en su célebre
obra “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”, las
siguientes palabras, refiriéndose al trato que los comerciantes indígenas les
daban a los esclavos, a quienes veían como un objeto de trueque: “andaban
indios mercaderes de plaza en plaza, y de mercado en mercado, vendiéndolos e intercambiándolos
a oro, mantas y cacao”.
Cuenta
la historia que, la nobleza indígena —contando, desde luego, al Emperador
Moctezuma—, sentía un gran deleite hacia el xocolatl, deliciosa mezcla
hecha a partir de los granos de cacao, a la cual se le añadía, entre sus
ingredientes, chile y especias. Es de resaltar que, durante su estadía en lo
que hoy es el Estado mexicano de Tabasco, Hernán Cortés tuvo la
oportunidad de probar tan interesante bebida.
Ya
en los primeros monasterios que fueron edificados en tierras del Nuevo Mundo, los
frailes adaptaron la receta original del xocolatl, transformándolo y
dándole un sabor dulce y aromático, añadiéndole canela y vainilla y bebiéndolo caliente;
el cual fue introducido en las cortes españolas, donde posteriormente sería
mezclado con leche. Así, nacería el chocolate.
Hablando
un poco sobre el árbol exótico que produce tan excelso fruto —del cual se
obtiene esta maravilla gastronómica—, cabe decir que su tamaño ronda entre los
cinco a diez metros de altura, siendo de hoja perenne y con una floración
constante. Si se encuentra en estado silvestre puede alcanzar una altura
cercana a los veinte metros. Para su desarrollo necesita la sombra protectora
de otros tipos de árboles, lo que le asegurará buena humedad y temperatura.
Tanto
mayas como aztecas lo consideraban un árbol divino, y concordaban en un relato
que explicaba su origen y de cómo les fue dado. El dios Kukulkan
o Quetzalcóatl (la Serpiente Emplumada), como era
conocido por ellos, les había hecho la entrega de este singular fruto. De
acuerdo con la versión azteca, los dioses se encolerizaron con Quetzalcóatl por
haber entregado esta sustancia sagrada a los hombres, y lo expulsaron de sus
dominios. Su nombre científico es Theobroma cacao, el cual
significa —al igual que para los antiguos mexicanos—, alimento de los dioses.
Para
darnos una idea del valor del cacao, se dice que mil seiscientos granos
equivalían a un “peso oro”. México y la cuenca del río Amazonas
son considerados como los lugares de origen del cacao.
“El
conocimiento habla
y la sabiduría
escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).