LA MONEDA: UN
METAL CON HISTORIA
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os metales, tratándose de objetos o
lingotes, fueron la forma de símbolo de valor económico primitivo; la cual, se
llevó como práctica dentro de muchas civilizaciones del mundo antiguo. Este
sistema vino a revolucionar los ya existentes, tales como el trueque y otros
tipos de intercambio de mercancías y actividades.
Metales
como el oro y la plata, así como la combinación de ambos,
denominado: electrón, lograron conseguir un valor significativo a pesar
de tener un reducido tamaño. Esto sería el antecedente de la fabricación de
monedas, las cuales surgirían posteriormente con distintas denominaciones y
estilos, de acuerdo con la idiosincrasia de cada pueblo.
Una
de las mayores incertidumbres para los investigadores, es el origen de la primera
moneda en la historia de la humanidad, como tal, ya que se desconoce la
identidad de su creador; además de existir diferentes teorías que adjudican a
una, u otra civilización, como las autoras del sistema monetario.
Entre
los que se adjudican la invención de las monedas se encuentran los romanos.
Ellos decían que fueron los reyes, a través de los dioses, quienes hicieron posible
su circulación dentro de la economía. Esto les llenaba de orgullo y
satisfacción, como una civilización modelo a seguir.
Para
los antiguos historiadores griegos, como Éforo de Cime y Estrabón, las primeras
monedas fueron las denominadas “tortugas” de Egina, las cuales
llevaban una tortuga marina en el anverso, mismas que fueron mandadas a acuñar
por Fidón, rey de Argos, a finales del siglo VII a. C. El motivo, según
se cree, es debido a la diosa Afrodita, quien, tras la fecundación de la
espuma de las olas del mar con la sangre de Urano, naciera, y la cual se valió
de una tortuga que la condujo a tierra firme.
Por
su parte, Heródoto llegó a afirmar que los primeros que acuñaron monedas de oro
y plata fueron los lidios, lo cual concuerda con la opinión de Jenófanes de
Colofón. Esto dio lugar a nuevas hipótesis sobre el origen verdadero, al
considerarse piezas más arcaicas que las de Egina, como las existentes en
tiempos del rey de Lidia, Creso.
Ernest
Babelon,
numismático francés y padre del también numismático Jean Babelon, atribuía a banqueros
y comerciantes jonios la acuñación de monedas más antiguas, que las puestas en circulación
por el Estado, de forma oficial; por lo que éstas tenían carácter personal como
garantía de su valor, que les facilitaba sus transacciones comerciales.
Es
por ello, por lo que tiene explicación el hecho de que muchas piezas encontradas
no correspondan, como tal, a alguna civilización en especial y que, a su vez,
los grabados impresos en ellas varíen, de acuerdo con su emisor —que no siempre
era el mismo—, al igual que la denominación y el peso de éstas.
Podemos
dar como válido el argumento de una conjugación de las teorías propuestas,
iniciando con los banqueros y comerciantes con su fabricación de
monedas personales, acuñadas en electrón (primer tercio del siglo VII a. C.). Posteriormente,
los lidios instituyen su moneda, acuñándolas en oro (mediados del siglo VII a.
C.). Y finalmente, el rey Fidón, desde Egina, la introduce a la Grecia Antigua,
quien le añadió un carácter sagrado.
Fue
así como la diosa Hera (para los griegos) o Juno (para los
romanos) —esposa de Zeus o Júpiter, respectivamente—, se convirtió en la divinidad
guardiana de la moneda.
“El
conocimiento habla
y la sabiduría
escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).