MAHOMA: EL PRECURSOR
DEL ISLAM
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n el siglo VII, la transformación de
los pueblos árabes y sus regiones se dio gracias a Mahoma. De la vida de este
personaje se sabe que fue huérfano y que nació en La Meca en el año 570,
fue adoptado por su tío Abu Tálib, y a los veinticinco años se casó con una
viuda rica de nombre Jadiya.
Con
una vida de mercader, la cual dejó, se convirtió en predicador y profeta, lo
que le ocasionó persecución y malos tratos en su tierra. Pasados los cincuenta
y tres años y, hasta el día de su muerte —en Yazrib, hoy Medina, cuando contaba
con sesenta y tres años—, se destacó como político, guerrero y organizador
religioso.
El
Islam se instituyó como un gobierno teocrático de la mano de
Mahoma, durante los años iniciales de su estadía en Medina. Con una actitud decisiva
luchó contra La Meca, peleó personalmente y cayó herido, venciendo
posteriormente y siendo implacable con la resistencia. El resultado de esto fue
establecer el Corán —el libro sagrado del Islam— en todo el
territorio de Arabia. Esto, casi al final de su vida.
Durante
la Hégira, que es como se le conoce a la migración de Mahoma de La
Meca a Medina, se llevó a cabo el más importante de sus triunfos: la conquista
de La Meca en el año 630, acompañado de un numeroso ejército de creyentes y
aliados.
Posteriormente,
el profeta se dio a la tarea de peregrinar hacia los lugares sagrados, en los
alrededores de la ciudad de La Meca. Peregrinaje que, desde entonces, quedó
establecido y siendo practicado por todos los creyentes hasta la fecha.
La
expansión del Islam, después de la muerte de Mahoma, se llevó a cabo mediante
la conquista de Mesopotamia, Persia, Siria y Egipto en manos de ejércitos árabes
y beduinos (todos creyentes en su fe). Al respecto, un factor determinante, para
que esto sucediera, tuvo que ver con la inestabilidad política y religiosa de las
tierras conquistadas: Bizancio con su división interna, al igual que los persas;
la relegación de los estratos sociales indígenas de Egipto y el hastío
teológico de Siria, aunado al potente Nacionalismo Religioso de Arabia.
Sin
embargo, había un porqué mucho más poderoso que, según los investigadores,
favoreció aún más a la victoria de los seguidores de Mahoma, y que se propagó
en los pueblos invadidos: la fe absoluta y sincera que no encontraban en el oriente
cristiano y en Asia, siempre inmersos en discrepancias internas.
Mahoma
murió sin dejar descendencia masculina, por lo que sus nietos, eran aún muy
pequeños; y se duda que el profeta, en caso de haber tenido un hijo, hubiera
decidido otorgarle la responsabilidad de sucederle.
El
elegido para continuar el legado de Mahoma fue Abu Bakr, quien se
convirtió en el primer califa del Islam, siendo dos años más
joven que el profeta y con quien emprendiera el viaje —en el mismo camello—
durante la Hégira. Bakr, al tomar la responsabilidad, pronunció lo siguiente: “Sepan
los que adoran a Mahoma, que Mahoma ha muerto; pero los que adoran a Dios,
saben que Dios vive y no puede morir”.
Con
estas palabras, se descartaba el acto de adorar la tumba del profeta Mahoma; de
quien la historia cuenta, él siempre rechazó y buscó evitar.
“El
conocimiento habla
y la sabiduría
escucha”
(Jimi Hendrix,
1942-1970).