sábado, 25 de abril de 2020

SALOMÉ: "En la historia escrita por Wilde, se representa a una joven desquiciada que, valiéndose de su belleza y de sus aptitudes para el baile, le exigió a Herodes la cabeza de Juan el Bautista, a cambio de bailar la danza de los siete velos. El drama culmina, irónicamente, con su ejecución por órdenes de su padrastro".

Salomé, por: Nadja Michael. La Scala, Milán (2007).

SALOMÉ: LA PRINCESA DESQUICIADA

U
n nombre que ha logrado perdurar a través de la historia, es sin duda el de Salomé. Aquella princesa edomita, hija de Herodías, quien estuviera casada con Herodes Antipas; cuyo acto principal, de acuerdo con los relatos bíblicos, fuera la causante de la decapitación de Juan el Bautista.

Salomé ha sido recordada en múltiples facetas artísticas, en las cuales destaca la recreación del suceso bíblico en actuaciones teatrales, así como la ópera de Richard Strauss, basada en la obra de Oscar Wilde. En la historia escrita por el autor irlandés, se representa a una joven desquiciada que, valiéndose de su belleza y de sus aptitudes para el baile, le exigió a su padrastro, Herodes, la cabeza de Juan el Bautista, a cambio de bailar la danza de los siete velos.

El drama culmina, irónicamente, con la ejecución de Salomé por órdenes de su propio padrastro, al decepcionarse y ver la gran maldad que en la joven doncella se encerraba; algo que llenó de horror al soberano.

Cuenta la historia que, en cierta ocasión, Strauss tuvo la oportunidad de presenciar la obra teatral bajo el libreto de Wilde, impresionándose gratamente por la calidad de la trama, por lo que no dudó y decidió musicalizarla, obteniendo al final un resultado un tanto estremecedor.

Considerada por expertos como una gran obra maestra de nuestro tiempo —la cual fuera estrenada en 1905 con un éxito rotundo y que luchara con la censura—, requiere del talento interpretativo de una soprano, capaz de actuar y de bailar durante la puesta en escena.

No fue hasta 1934, cuando fuera reestrenada en la Ópera Metropolitana de Nueva York, ratificando el éxito conseguido dos décadas atrás, cuando se estrenara por primera vez en el Semperoper de Dresde, Alemania.

Con el paso del tiempo, la ópera —que tiene un sólo acto— ha tenido que ir adecuándose a los tiempos modernos, sufriendo adaptaciones en lo que respecta a escenografía y vestuarios; pero no perdiendo su esencia, misma que se agradece por mantener intacto el sentido del drama y de la interpretación.

El argumento de la ópera varía un tanto del relato bíblico conocido y tradicional. La historia se suscita cerca de Jerusalén, en el Palacio de Herodes, en donde se encuentra recluido Juan el Bautista, quien desde su encierro no hace más que anunciar la llegada salvadora de Jesucristo, mientras en la terraza se lleva a cabo un banquete.

Una joven Salomé, al escuchar los gritos del Bautista, siente curiosidad y pide ser llevada ante él para conocerlo, cosa que le fue negada. Pero tanta fue su insistencia, que logró convencer a un guardia —que estaba enamorado de ella—, valiéndose de esto para sacar al Bautista y llevarlo ante su presencia.

Al ver a Juan el Bautista, inmediatamente la princesa se enamora de él, al grado de pedirle que le deje tocar su blanca piel, a lo cual, Juan se niega. Una vez más, cautivada por su cabellera negra, ella le pide de nueva cuenta, que la deje tocar sus cabellos, recibiendo una segunda negativa. Por último, ante los rechazos, le pide un beso, siendo desairada por tercera ocasión.

Ante tal desprecio, se dirige hacia Herodes, quien le pide y la convence de que baile para él, a cambio de concederle lo que ella pidiera. Salomé acepta y danza. Al terminar el baile, va por su recompensa, por lo que el monarca, complacido, la invita a que le exponga su deseo. Ella, sin dudar, le exige la cabeza de Juan el Bautista, a lo que Herodes trata de disuadirla con otros presentes, por temor al Bautista.

Nada hizo cambiar de parecer a la joven, quien se aferró a su deseo y Herodes no tuvo más remedio que concedérselo, tal como lo solicitaba: la cabeza de Juan en una bandeja de plata. Una vez con la cabeza, Salomé logra el beso que le fue negado, besando los labios ensangrentados del sacrificado. Los invitados, horrorizados, al igual que Herodes, no daban crédito a lo que sus ojos veían.

Ante tal monstruosidad y, arrepintiéndose del capricho concedido a Salomé, Herodes no vacila en ordenar —en ese momento— que la apresen y que la ejecuten inmediatamente.


“El conocimiento habla
y la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).