AZTLÁN: EL PEREGRINAJE AZTECA
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os mexicas no eran originarios del Valle de México, sino que antes de establecerse en el lugar en el cual sería fundado Tenochtitlán, debieron de mantenerse errantes por un período aproximado de 200 años, en los cuales buscaron un lugar propicio para establecerse.
«Durante el trayecto, nadie los recibió en sitio alguno. Siempre rechazados en todos lados. Nadie conocía su rostro. Siempre les decían: “¿Quiénes son ustedes? ¿De dónde vienen?”. No podían asentarse, siempre eran expulsados, y por todas partes eran perseguidos». (Informantes de Sahagún, Códice Matritense de la Real Academia de la Historia).
Provenientes de un lugar llamado “Aztlán”, una isla situada en una laguna de ubicación desconocida —presuntamente en área mesoamericana y entonces conocidos como Atlacachichimecas—, donde eran oprimidos por los Aztlanecos, a quienes debían pagar tributo.
Cansados de esta situación, decidieron ir en busca de “la tierra prometida” que el dios Huitzilopochtli les había profetizado, bajo la promesa de éste: «Yo seré su guía. Yo les indicaré el camino». Así, abandonaron Aztlán.
Ya en el trayecto, de acuerdo con la “tira de la peregrinación” o “Códice Boturini”, se especifican diferentes aspectos del recorrido; entre ellos, el hecho de llevarse a cabo sacrificios humanos en honor del dios guiador, así como el intercambio de los lanzadardos por arcos de cazador, por parte de Huitzilopochtli en forma de águila.
Hasta la fecha jamás se ha podido establecer el lugar de esta mítica ciudad, por lo que indicar un camino del peregrinaje de los aztecas, de forma exacta, es imposible. Por esa razón, tener detalles al respecto sería a base de múltiples conjeturas, ya que algunos la “ubican” en el norte de México o en la zona de la huasteca, incluso en tierras de occidente.
Ya establecidos en Tenochtitlán —mucho tiempo después—, el Emperador Moctezuma I (Ilhuicamina) buscó a toda costa el florecimiento, en gran medida, del Imperio. Ordenó a los sacerdotes y sabios (los tlamatinime), organizar una expedición para localizar la tierra del origen de sus antepasados, con la finalidad de descubrir sus raíces.
La historia cuenta que los emisarios dieron con el antiguo lugar de “las siete cuevas” (Chicomóztoc) y “el lugar de los ancestros” (Culhuacán), al lado de una inmensa laguna en donde hallaron a la diosa Coatlicue (madre de Huitzilopochtli), a quien entregaron presentes de parte del Emperador.
Para lograr el objetivo, se narra que los emisarios debieron hacer uso de sus conocimientos ancestrales para dar con el sitio. A través de la magia localizaron la ruta y, ya estando ahí, informaron del modo de vida actual a los que optaron por quedarse.
Una vez establecida e instituida la capital azteca, el gozo y el orgullo de una vida independiente, motivó a los mexicas a exaltar esta satisfacción a través de cantares. Los poetas escribieron clamorosos versos, en donde se puede escuchar el sentir del pueblo elegido hacia su dios Huitzilopochtli.
«Huitzilopochtli revuelve la hoguera, da su palabra al mando hacia los cuatro rumbos del universo. ¡Hay aurora de guerra en la ciudad!».