ESPARTACO: LA GUERRA DE LOS GLADIADORES
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no de los acontecimientos más importantes acaecidos en los tiempos de la Antigua Roma, fue la guerra librada por los esclavos en contra del Estado, quienes eran liderados por Espartaco. Este enfrentamiento pasó a ser conocido en la historia como “Guerra de los Esclavos”, “Tercera Guerra Servil”, “Guerra de Espartaco” o “Guerra de los Gladiadores”.
Es ampliamente sabido que los juegos de gladiadores fueron una de las principales formas de entretenimiento de la República; para los cuales, prisioneros de guerra y delincuentes eran entrenados para el combate, a fin de dar un digno espectáculo. Todo comenzaría en un campo de entrenamiento para gladiadores en el año 73 en Capua, cuando un grupo de rebeldes se hizo con las armas destinadas para el “circo”, aglomerándose en las cercanías del Vesubio junto a otros esclavos que se les unían.
El Senado cometió el error de no dar la importancia necesaria al motín, en un principio, al considerar un desperdicio de fuerza hacia el movimiento, por tratarse de esclavos; mismo que, rápidamente ascendió a un número cercano a los 120 mil individuos, los cuales ya no eran sólo esclavos, sino campesinos oprimidos de provincias cercanas y hombres comunes, quienes estaban arruinados por conflagraciones civiles.
De entre todos surgió Espartaco, al que muchos han considerado un noble proveniente de tierras orientales y quien fuera un ex militar de las fuerzas auxiliares del Ejército Romano. Dotado de personalidad, inteligencia y don de mando, pronto se erigió como el líder del movimiento y supo dominar el ímpetu de los sublevados.
La intención de Espartaco no era la de reestructurar la vida de los esclavos, como tal; sino que, su verdadero objetivo era el de abandonar Italia con su gente para volver a sus países de origen y a la libertad que les fuera robada. Luego de múltiples victorias, lograron avanzar hasta el norte de Italia, en donde no lanzaron ataque contra el Ejército Romano de los Alpes orientales; quizá, por tener en mente la idea inicial de dirigirse hacia Roma. Después de esta decisión, regresaron a la Italia del sur.
Ante tal situación y siendo incapaz de controlar la turba, el Senado se vio obligado a otorgar poderes a Marco Licinio Craso Dives, hombre acaudalado con propiedades en toda Italia, quien aspiraba a destacar en todos los campos, incluyendo el militar, razón por la que financió —de forma entusiasta— al Ejército para combatir a los rebeldes y devolver el orden.
Craso logró reunir aproximadamente 60 mil hombres (alrededor de doce legiones). A falta de estrategia y sincronización del Ejército reunido, se vio superado por los hombres de Espartaco, por lo que huyeron para salvar sus vidas. Como castigo por la cobardía de las legiones, se implementó “la decimatio”, que consistía en castigar brutalmente —y de forma aleatoria— a alguno de los miembros, como ejemplo para los próximos enfrentamientos.
Craso diseñó una estrategia que orilló a Espartaco a dirigirse hacia la costa, a modo de rodearlo, con la única posibilidad de salida hacia Sicilia. Ante esto, Espartaco buscó el apoyo de los esclavos de la zona, así como de los piratas, para transportar a sus tropas a Sicilia. Para su desgracia, los esclavos no se le unieron y los piratas lo traicionaron.
Desesperado, Espartaco decide dirigirse a Lucania. Fue entonces cuando el Senado mandó llamar al general Cneo Pompeyo Magno —quien se encontraba en Hispania luchando contra las fuerzas de Quinto Sertorio—, así como al general Lucio Licinio Lúculo, quien se encontraba en Macedonia.
Reorganizadas las fuerzas romanas, la batalla decisiva tuvo lugar. Espartaco fue herido desde el principio de la contienda por una flecha, debiendo luchar de rodillas hasta desfallecer. Sin embargo, se cuenta que su cuerpo nunca fue hallado. Los sublevados serían finalmente derrotados, y los tomados como prisioneros fueron crucificados en la Vía Apia —una de las más importantes calzadas de la época—, por órdenes de Craso. Con este episodio, llegaría a su fin la Guerra de Espartaco.