viernes, 22 de mayo de 2020

JUSTINIANO I: "La situación del Estado se tornó lamentable hacia el final de su gobierno. Deseaba ordenar la vida del Imperio y elevar la dignidad de los órganos de gobierno. Cosa que no se logró por tropezar con sus propios planes militares, por considerarlos como un deber como heredero de los Césares romanos".

"Díptico Barberini", se presume representa a Justiniano I, o a Anastasio I.

JUSTINIANO I: UN SUEÑO ROTO 

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entro de la historia del Imperio Bizantino, hay que mencionar al Emperador Justiniano I, que para conocer al respecto, habría que sumergirse en los relatos que rodean a este singular personaje. La política exterior del Emperador trajo consigo malas consecuencias para el Imperio, de acuerdo con las expectativas trazadas. 

Las interminables guerras no beneficiaron a los planes del Estado. El gran costo que generaba la organización de las conflagraciones terminaría con gran parte de la riqueza imperial, recaudada por el Emperador Anastasio I, la cual estaba tasada en 320 mil libras de oro. Esto de acuerdo con el historiador de la época, Procopio de Cesárea. 

Los impuestos imperantes eran demasiado altos para la población, la cual sufría los embates de la guerra, y no podía equilibrar su vida diaria con los pagos al gobierno. Esto último, Justiniano lo sabía de antemano, pero no tenía otra alternativa. El Emperador, en su afán de reducir costos, se vio obligado a disminuir el número de soldados, debido a que los gastos del Estado lo consumían, ocasionando un ambiente de inseguridad en las provincias conquistadas. 

Las conquistas de Justiniano llegaron a ser inútiles por no ser afines a las necesidades reales y verdaderas del Imperio. Aunque desde el punto de vista lógico, los romanos afirmaban que estaban dentro de lo razonable, al buscar la expansión de su territorio. 

El único modo de mantener a raya a las provincias era sólo y exclusivamente bajo la coerción. Sin embargo, para esto era necesario contar con los recursos necesarios, cosa con la que no se disponía, al haber empleado grandes sumas en la etapa bélica. Otro punto negativo para el Emperador fue el no haber respetado los límites de la frontera y provincias orientales, en donde se establecían los intereses reales del territorio a su mando; esto debido a la idea de restaurar el Imperio Romano. 

Con la falta de recursos y con mucha desesperación, Justiniano tuvo que acudir a las medidas que prohibía en sus decretos, vendiendo cargos por altas sumas y, a pesar de haber afirmado que no habría más impuestos, los incrementó. Acto seguido alteró la moneda en curso, acuñando una devaluada, misma que retiró de inmediato ante la inconformidad del pueblo, que sobrepasaba los límites. La intención era llenar las arcas del Estado. 

Todo esto condujo al pueblo a una tragedia económica, ya que llegó a decirse que una invasión extranjera parecería menos grave que tener que cubrir la gran cantidad de impuestos, ocasionando que los pueblos pequeños fueran abandonados debido al empobrecimiento y por escapar a la opresión del Imperio. Como consecuencia de la crisis fue inevitable la aparición de revueltas ante la nula producción existente. 

Un Imperio arruinado sólo podía ser salvado por una sana economía. Para esto, Justiniano intentó reducir los pagos a la milicia, resultando contraproducente, ya que los soldados se desquitaron con la población a causa de que la mayoría eran mercenarios. 

La reducción de soldados trajo como consecuencia la desprotección de las fronteras, cosa que aprovecharon los bárbaros para penetrar en territorio bizantino y arrasarlo, sin encontrar resistencia; motivo por lo cual, Justiniano debió comprarlos, ocasionando la necesidad de más dinero para pagar al enemigo amenazante. 

A final de cuentas, la situación del Estado se tornó lamentable hacia el final del gobierno de Justiniano I, ya que no se trataba tan sólo de la situación económica (a poco de quedar en ruinas), sino de otras causas de índole social, las cuales fueron heredadas a sus sucesores. 

Justiniano deseaba ordenar la vida del Imperio, así como elevar la dignidad de los órganos de gobierno. Cosa que no se logró por tropezar con sus propios planes militares, por considerarlos como un deber como heredero de los Césares romanos. 

 

“El conocimiento habla
y la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).