QUETZALCÓATL: EL
CIVILIZADOR MESOAMERICANO
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a figura de la Serpiente Emplumada
está colmada de misterio, de modo tal, que los múltiples cronistas han debido plantear
y proponer diversas hipótesis para tratar de diferenciar al sacerdote, del héroe
cultural y a la vez, de la entidad divina, eje de la cosmovisión mesoamericana.
Oscuros
son sus orígenes, envueltos en leyendas, símbolos y en la propia historia, llevando
a los investigadores a no tener claro el panorama sobre un criterio unificado
de los hechos, a la vez de separar en cada rubro, la personalidad de esta
figura representativa de la cultura indígena.
Quetzalcóatl es un nombre
compuesto que alude a la serpiente (coatl) y al plumaje de un ave, en
este caso, el quetzal, considerado como símbolo de elegancia y lujo; a
lo que la representación de la serpiente revestida de plumas daba una imagen
dual unificada, muy por encima de lo humanamente terrenal. Esto se concebía
como el conjunto de las virtudes más sublimes y elevadas, aunado a la
benevolencia y sabiduría en beneficio de la raza humana.
La
imagen de Quetzalcóatl ha sido de suma relevancia en las diferentes civilizaciones
de Mesoamérica. El culto fue practicado por los olmecas, mayas, chontales, toltecas,
aztecas, teotihuacanos, entre otras más; siendo su influencia marcada a través
del tiempo y arraigada en las costumbres y tradiciones de los pueblos
originarios.
Su
alter ego era el dios Xólotl, la entidad guiadora de las almas de
los muertos hacia el inframundo. De esto, puede desprenderse que Quetzalcóatl —con
mayor razón— fuera conocido como el “gemelo hermoso”; a
diferencia del guiador del inframundo, quien era visto como una monstruosa y
sombría deidad.
Se
ha dicho que Quetzalcóatl es uno de los cuatro hijos del supremo dios primigenio,
Ometéotl, el señor de la dualidad por excelencia; lo que
ratifica para la Serpiente Emplumada, el adjetivo de “mellizo
divino”, al tomar en cuenta los tres puntos mencionados: su nombre, el
vínculo con Xólotl y ser hijo de Ometéotl.
Se
le da el crédito como el forjador de las artes, las cuales otorgó a la
humanidad para fundar la civilización. También se le concede la bondad de
entregar el maíz a su pueblo, arrebatándolo a las hormigas que lo escondían en
el “Monte de nuestro sustento”. Algo similar ocurrió con el cacao, costándole
el destierro por los otros dioses.
Se
le atribuye la invención del calendario y el control del tiempo, así como de las
edades cósmicas. Una leyenda hablaba acerca de la creación de los magueyes (plantas
productoras del pulque, conocido como la “bebida de los dioses”),
en la cual, Quetzalcóatl raptó a la diosa Mayahuel —quien había
sido muerta por las deidades de la oscuridad— e hizo que de sus huesos nacieran
las primeras plantas de esta especie.
Los
indígenas recibían por boca de sus sacerdotes, la siguiente instrucción,
plasmada en el Códice Matritense: “Dios es uno, Quetzalcóatl es su
nombre. Nada exige, sólo serpientes y mariposas le ofrecerás”. Esto hacía
alusión a que el dios no aceptaba sacrificios humanos, sino que, en cambio,
pretendía que el hombre se ofreciera en cuerpo (serpiente) y alma
(mariposa) para buscar la virtud.
A
Quetzalcóatl se le conoció por distintos nombres, de acuerdo con cada pueblo y con
cada época: Kukulkán, Gucumatz, Mukú-leh-chan, Tlahuizcalpantecuhtli,
entre otros. Pero todos eran él, siempre con el mismo significado, aludiendo a
la sabiduría.
“El
conocimiento habla
y la sabiduría
escucha”
(Jimi Hendrix,
1942-1970).