EL BUDA: EL ORIGEN DEL ILUMINADO
L |
a vida temprana del príncipe Siddhārtha Gautama se desarrolló en el Palacio de Kapilavastu, antigua ciudad y capital de Sakya Gana-rajya, en tierras del norte de lo que actualmente es India. Dicho Estado había sido fundado por los sakias, pueblo con un pasado glorioso por pertenecer a la Dinastía Solar, y de quien Siddhārtha descendía.
La Dinastía Solar, de acuerdo con el Hinduismo, fue una de las dos casas reales —al igual que la Dinastía Lunar— con un origen divino, herederos de los dioses Suria y Chandra, respectivamente. Es por ello, que al príncipe ario se le conoce también como el “sabio de los sakias”.
Aunque existen fechas que suponen el nacimiento de Siddhārtha, ésta sigue siendo motivo de discusión entre las diferentes fuentes oficiales. Caso similar ocurre con su fallecimiento, al tener como única referencia el testimonio de los monjes de Ceilán, quienes aseguraron, contaba con una edad aproximada de 80 años.
La juventud de Gautama transcurrió de lo más normal bajo las bondades de su condición real, contrayendo matrimonio con la princesa Yasodara, del cual nació su hijo Rāhula. Pero todo habría de cambiar al poco tiempo.
Cierto día, al estar recorriendo las calles de su localidad, acompañado de su siervo Chana, Siddhārtha observó algo que nunca había analizado como tal. Se encontraron con un anciano a un costado de la vía, a lo que le preguntó a su acompañante: “¿Quién es aquel hombre de cabellera blanca, mirada triste y cuerpo tambaleante?”, a lo que Chana respondió: “Es un viejo, quien antes fuera un niño, después un joven vigoroso pero que hoy ha perdido las fuerzas de lo que antes fue”. Gautama, sorprendido ante tal respuesta, exclamó: “¿Cómo es posible que la gente sea indiferente a sabiendas de lo que le depara el destino, sin preocuparse por ello?”.
Continuando el recorrido, se toparon con un hombre con dificultad para respirar. “¿Qué tiene ese hombre?”, preguntó nuevamente. “Este hombre está enfermo. Todo mundo es susceptible a contraer algún mal”, recibió como respuesta. Al ver que el panorama incomodaba al príncipe, el escudero hizo avanzar el carruaje para alejarse del sitio, y pronto se hallaron con un funeral. “¿Qué es aquello que llevan esos hombres tan tristes, rodeado de flores?”, insistió. “Es un funeral, acompañan el cadáver de un hombre cuyo espíritu y vida se han ido. Todo perece algún día. Es imposible escapar de la muerte”.
A partir de ese momento, Siddhārtha vio las cosas desde una perspectiva completamente distinta, a tal grado de preocuparse en demasía; lo que dio lugar a que fuese cuestionado por su esposa por el motivo de su acongojamiento, a lo que él le respondió: “El hombre envejece, enferma y muere. ¿Qué motiva a una existencia así?”.
Una vez siendo padre y a la edad de 29 años, decidió dejarlo todo para iniciar una vida como mendigo, disponiéndose a aprender antes de enseñar por el mundo. Éste sería el comienzo de un largo camino del Buda, el hombre que despertó y alcanzó la iluminación.