martes, 16 de junio de 2020

IGLESIA DE ROMA: "Se optó por establecer en la 'Ciudad Eterna' la sede oficial de la Iglesia; aspecto que fue desaprobado por los jansenistas, quienes apelaban por la sede de Antioquía, toda vez que, históricamente, había sido la primera ocupada por San Pedro antes de dirigirse a Roma".


IGLESIA DE ROMA: LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO 

E

n los años en los que la dignidad apostólica daba inicio a su institución, Roma era la capital, el corazón y el símbolo del Imperio del mundo antiguo. A pesar de los inconvenientes históricos y políticos posteriores a su caída, la fama romana no hizo sino transformarse en el estereotipo del poder por excelencia. Ya Constantinopla fue llamada “la Nueva Roma”, y los monarcas medievales invocaban al “traslado del imperio” para legitimarse. 

Lo anterior sería una de las causas principales para que la Cátedra de Pedro fuese asociada con la ciudad de Roma. En la historia eclesiástica, este concepto ha sido de gran trascendencia y motivo de controversia para el ámbito doctrinal. La cuestión fue desarrollada en el siglo XVIII durante el Sínodo de Pistoya, trayendo como consecuencia la promulgación de la Bula Pontificia de Pío VI: “Auctorem fidei”, que condenaba el surgimiento de propuestas ajenas a la doctrina tradicional. 

El ala jansenista, representada por el sacerdote, teólogo y jurista italiano, Pietro Tamburini, se oponía a reconocer a Roma como la capital de la Iglesia del mundo católico, alegando que lo antiguo debe prevalecer sobre lo moderno. Ya desde hacía tiempo, que las ciudades de Antioquía (Turquía), Alejandría (Egipto) y Jerusalén (Israel) se disputaban como las candidatas a tan alta dignidad desde el Concilio de Nicea. 

Sin embargo, el motivo y causa principales que sellarían la primacía de Roma fue el suplicio y muerte de San Pedro que tuvo lugar en esta ciudad, uniéndose para siempre con la esplendorosa capital del antiguo Imperio, de acuerdo con la interpretación católica de la Escritura, donde expresa: “cuando envejezcas extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará a donde tú no quieras” (Jn 21, 18). 

Con estos argumentos, se optó por establecer en la “Ciudad Eterna”, como bien se ha indicado, la sede oficial de la Iglesia; aspecto que fue desaprobado por los jansenistas, quienes apelaban por la sede de Antioquía, toda vez que, históricamente, había sido la primera ocupada por San Pedro antes de dirigirse a Roma. 

Por su parte, San Ignacio de Antioquía —también llamado Teóforo o “el portador de Dios”—, en su Carta a los Romanos, se refiere a la Iglesia de Roma de la siguiente manera: “A la que tiene la presidencia en el territorio de la región de los romanos, siendo digna de Dios, digna de honor, digna de parabienes, digna de alabanza, digna de éxito, digna en pureza. Y teniendo la presidencia del amor, andando en la ley de Cristo y llevando el nombre del Padre”. 

Este documento fue objeto de interpretación por el naciente Cristianismo, el cual vio en él un reconocimiento, por parte del Santo, de la primacía de la Iglesia de Roma en el mundo. Al respecto, las doctrinas protestante y ortodoxa consideraban que la hegemonía de dicha comunidad religiosa, al igual que su Obispo, no debía ser interpretada en un sentido estricto con una visión piramidal, sino bajo la consigna de la frase latina: “el primero entre iguales”. Esto, por consiguiente, dio lugar a disputas doctrinales en el seno del mundo cristiano. 

 

“El conocimiento habla
y la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).