martes, 9 de junio de 2020

NIÑOS LLORONES: "Según las leyendas, se dice que el alma de los niños quedaba atrapada en las pinturas, estando cargadas de energías negativas muy poderosas. Algunas de las piezas cuentan con una gran dosis de magnetismo que envuelve al observador y le impulsa a querer adquirirlas".

Bruno Amadio

NIÑOS LLORONES: ARTE MALDITO 

B

runo Amadio, conocido bajo el pseudónimo de Giovanni Bragolin o “el pintor maldito”, fue un artista italiano nacido en la ciudad de Venecia en el año de 1811. Famoso por la realización de 27 inquietantes pinturas de niños en aparente estado de tristeza, que expresan su sufrimiento a través de copiosas lágrimas, conocidos como “los niños llorones”. 

Amadio participó en la Segunda Guerra Mundial como soldado del Ejército italiano, siendo testigo de los estragos bélicos. No era extraño que presenciara el sufrimiento de muchas personas, entre ellos, los niños de los orfanatos y de las clases bajas de la sociedad. La historia cuenta, que Amadio no era tan bueno en su arte, hasta que cierto día decidió hacer un pacto oscuro con el Maligno, revolucionando su modo de pintar, al grado de tener éxito en su estilo. Se dice que el pacto consistía en reflejar el dolor y el agobio de lo experimentado durante la contienda. 

Los niños para sus obras, fueron elegidos principalmente de orfanatos, teniendo en común el dolor y la pobreza, aunado al abandono y a la indiferencia de la sociedad. Lo tétrico de esta leyenda es que varios de esos infantes eran cadáveres cuando Amadio los retrató, abriéndoles los ojos para así “devolverles la vida” e inmortalizarlos en su obra. La intención, según el artista, era proyectar el sentir de lo adverso de su existencia en una imagen llorosa, agobiada y lastimosa. 

Según las leyendas, se dice que el alma de los niños quedaba atrapada en las pinturas, estando cargadas de energías negativas muy poderosas, mismas que se manifestaban en la vivienda de quienes adquirían una copia de los cuadros. El arte maldito de Amadio empezó a difundirse durante la década de los 60’s y 70’s del siglo pasado, en Inglaterra y en España y, de ahí, al resto del mundo. 

Algunas de las piezas cuentan con una gran dosis de magnetismo que envuelve al observador y le impulsa a querer adquirirlas, desarrollando un sentimiento de compasión y culpabilidad al ver el sufrimiento de un inocente. Algo inexplicable. 

Para ciertas personas, las pinturas pueden llegar a guardar algunos secretos oscuros, afirmando que es posible apreciar figuras demoníacas, si las piezas son volteadas o colocadas en determinado ángulo. La maldición de “los niños llorones” se acrecentó con el tiempo, al registrarse incendios inexplicables en algunas de las casas en donde yacían colgados, resultando todo dañado a excepción del cuadro. La pintura en cuestión, de acuerdo con los mitos, era la de un niño que, luego de que fuera retratado por Amadio, murió tras el incendio del orfanato en donde vivía. 

Otras personas llegaron a afirmar haber sido víctimas de enfermedades, las cuales no cedieron hasta el momento en el que decidieron deshacerse o quemar el cuadro. En otros casos, se oían ruidos y voces de niños a altas horas de la noche. En pocas palabras, cada cuadro guarda un tipo de maldición y desgracia en particular. 

Dentro de la colección de Amadio, existen algunos que inquietan al observador más de lo normal, debido al semblante furioso de los niños, quienes independientemente de llorar, sus rostros parecen proyectar odio, rencor y resentimiento hacia la persona que los mira. Tal es el caso de la obra que muestra a un infante que emerge de las sombras, sólo para desafiar a los presentes; o aquel que muestra a una niña dando la espalda, a la vez de manifestar enfado. 

La mayoría de los diseños guardan una gran similitud, por el hecho de mantener contacto visual directo con el observador, a excepción de una niña, la cual fue plasmada en un lienzo vestida con traje de bufón, que dirige su mirada hacia arriba. Su peculiaridad radica en la risa escalofriante por la noche que han llegado a escuchar los poseedores de este cuadro. A su vez, la muerte recae en el entorno familiar de aquél que lo compró, quedando él exento de la desgracia. 

Algunos más, manifiestan que, al estar frente a dichas obras, han sentido la presencia de alguien, causando un ambiente de compañía, buena o mala, según el caso. 

 

“El conocimiento habla
y la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).