domingo, 21 de junio de 2020

RÉQUIEM: "Un desconocido se presentó en el domicilio de Mozart solicitándole que compusiera un Réquiem, aceptando el trabajo. Algunos han afirmado que accedió a realizar la composición, a raíz de presentir su propia muerte, interpretando en aquel hombre a un mensajero del más allá".

"Mozart compone su Réquiem en su lecho de muerte"; William James Grant, 1854.

RÉQUIEM: LA OBRA DE MOZART 

C

omo rasgo tradicional de la fe cristiana —hablando de la doctrina católica, ortodoxa y anglicana—, se encuentra la Misa de Difunto, cuyo rito y servicio de parte de la Iglesia a los fieles, tiene como propósito interceder —por medio de la oración y la súplica—, por el eterno descanso del alma de un difunto, a fin de acoger la misericordia de Dios y, de este modo, ser partícipe del Paraíso eterno. 

Réquiem, vocablo en latín cuyo significado es “descanso”, es el nombre con el que, en siglos pasados, se le ha conocido a la misa y rito exequial correspondiente a la liturgia romana, que debe su nombre a la fórmula: “Dale, Señor, el descanso eterno”. La música no ha sido ajena a las necesidades del dogma cristiano, motivo por el cual, las obras de distintos genios de la música antigua (como Schumann, Mozart, Verdi y Brahms) han sido destinadas y compuestas de forma exclusiva para tal efecto. 

Una de las composiciones musicales más sobresalientes en la historia de la música, considerada a su vez como un distintivo y legado de su autor, es el Réquiem (o Misa de Réquiem) en re menor, K 626 de Wolfgang Amadeus Mozart. Independientemente de que ésta no llegó a ser culminada por el compositor austríaco —sino por su discípulo Franz Xaver Süssmayr, bajo las indicaciones de su maestro poco antes de morir, ante la incapacidad de hacerlo él mismo—, es uno de sus trabajos cumbre; siendo reconocido con el sólo hecho de mencionar su nombre. 

En torno a esta obra discurren muchos comentarios. Incluso rayando con la leyenda. Se cuenta que un día, un hombre desconocido se presentó en el domicilio de Mozart solicitándole que compusiera un Réquiem, aceptando el trabajo. Ante los posteriores compromisos que le fueron encomendados de parte de la corte, aunado al lamentable estado de salud en el que se encontraba, Mozart se vio impedido de terminar el encargo en el tiempo acordado. 

El austríaco falleció a la edad de 35 años, irónicamente trabajando en un Réquiem que bien pudo ser el suyo, y que no pudo finalizar; a lo que su viuda, pensando en que el cliente no aceptaría un trabajo inconcluso y, en consecuencia, reclamaría el adelanto otorgado, buscó la ayuda de Süssmayr para que concluyera la obra, toda vez que conocía los secretos y las instrucciones dictadas por su difunto maestro para la obra en cuestión. 

Más tarde, algunos identificarían al misterioso desconocido como un emisario del Conde Franz von Walsegg, quien presuntamente habría solicitado el susodicho Réquiem para su esposa recién fallecida, buscando otorgarse el crédito y autoría de la obra. Algunos han afirmado que Mozart accedió a realizar la composición, a raíz de presentir su propia muerte, interpretando en aquel hombre a un mensajero del más allá.

El Réquiem se encuentra dividido en siete bloques principales, siguiendo el orden de la Misa de Difunto conforme a la liturgia romana. Aunque se trata, por consiguiente, de una obra extensa, las piezas más célebres son el “Dies irae” y la “Lacrimosa”, pertenecientes al bloque número tres conocido como “Secuencia”. 

 

“El conocimiento habla
y la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).