WILLIAM SHAKESPEARE: EL GENIO INGLÉS
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illiam Shakespeare, considerado el más grande exponente de la escritura de la lengua inglesa, nació en el año de 1564 en el pueblo de Stratford-upon-Avon. La historia del célebre poeta y dramaturgo se encuentra envuelta por la casualidad, sobre todo al detectar la curiosa coincidencia de que, tanto su nacimiento como su fallecimiento, tuvieran lugar un 23 de abril.
William tuvo un total de siete hermanos, ubicándose como el mayor de los varones. Su padre John era comerciante y, su madre Mary, heredera de una importante línea de sangre. De acuerdo con la historia, los Arden pertenecían al reducido y exclusivo círculo de familias inglesas que podían retroceder en su árbol genealógico, hasta años antes de la penetración normanda.
Como consecuencia del valioso aporte de Shakespeare a la literatura universal, a lo largo de los siglos han surgido todo tipo de sectores: desde los admiradores, los opositores, e incluso, aquellos escépticos de su obra. Tan es así, que hay quienes pretendieron adjudicar sus trabajos a otras personalidades de la época, llegando al extremo de negar su existencia histórica, en un intento por desacreditar al “Bardo de Avon”, como el autor es también conocido.
Aunque pocos son los datos biográficos exactos que nos sobreviven, se tiene conocimiento que contrajo matrimonio con Anne Hathaway, con quien formó una familia. No se tiene certeza sobre el momento en el cual, impulsado por su fascinación por el teatro —que tanta impresión le había causado cuando era niño—, decidió mudarse a la capital.
De Shakespeare, se afirma que contaba con la habilidad de redactar, de un modo tal, que no sólo era veloz en sus trabajos, sino que, a su vez —y a diferencia del resto de sus contemporáneos—, no requería de corregirlos en la mayoría de las veces. Respecto a su faceta como actor, se ha dicho que su desempeño podría bien, ser calificado como bueno, no destacándose como lo hizo con las letras.
De sus primeros años de juventud, se insiste, poco se sabe. Entre las anécdotas que han buscado llenar estas lagunas históricas, resaltan aquellas que afirman que, tras su llegada a Londres, se ganó la vida como cuidador de caballos, propiedad de personalidades que acudían al teatro. Por su parte, existe un trivial relato en el que se asegura, que Shakespeare llegó a pisar la cárcel; lo anterior como consecuencia a su descuido por la caza de venados en terrenos pertenecientes a un miembro de la clase alta.
La muerte del escritor es también un enigma, debido a las versiones que giran en torno a ella. Por un lado, se ha dicho que la fiebre, producto de la embriaguez —resultado de un festejo imprudente—, le arrebató la vida. Otra narrativa apunta a una posible enfermedad como la causante de su deceso.
A pesar de que en aquel entonces, su muerte no supuso un acontecimiento desolador —como cabría esperarse—, con el paso de los siglos su genio marcó una línea literaria que lo catapultó a hacerse acreedor de un título dentro del ámbito mundial; significando su pérdida, en nuestros días, un suceso trágico, en demasía.