jueves, 23 de julio de 2020

ALEJANDRO MAGNO: "Se dirigió a sus estudiantes, preguntando cómo lo tratarían. Todos le respondieron prometiéndole distinciones, y sólo Alejandro manifestó su incertidumbre por el destino, valiéndole la aprobación de Aristóteles, quien le dijo que sería el más grande de los reyes".

Fuente de la imagen: Pixabay.

ALEJANDRO MAGNO: PERSEGUIDOR DEL CONOCIMIENTO 

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ilipo y Olimpia fueron los padres de Alejandro, a quien la historia debe la difusión de la cultura occidental en Asia, cambiando así, el destino de la humanidad. Durante la Edad Media su figura se había idealizado, a tal grado de ser visto como héroe de sobresalientes virtudes. Sobre Filipo, mucho se ha dicho. Mientras que Demóstenes lo tilda de “bárbaro”, versiones alternas lo describen como rey paciente y tolerante. En cuanto a Olimpia, no es desconocido su entusiasmo por los rituales. 

En torno a Alejandro giró la admiración de parte de quienes le conocieron. Independientemente de tenérsele como prototipo de beldad, lo que más intrigaba era su fuerza y resistencia. Durante los enfrentamientos bélicos iba en primera fila y sorprendentemente se recuperó de muchas heridas de gravedad, incluso cuando en la India una lanza le perforó un pulmón. 

Un relato concerniente a su infancia cuenta cómo fue capaz de domar a un potro que nadie más había conseguido, al descubrir que su nerviosismo era causado por el miedo a su propia sombra. Con esta premisa, dirigió al equino en dirección al sol, logrando finalmente controlarlo, para orgullo de su padre y súbditos. 

Entre sus instructores de la infancia se encuentran Leónidas, Lisímaco y Aristóteles. Se cuenta que, en cierta ocasión, Leónidas reprendió a Alejandro por su uso excesivo de incienso en las ofrendas a los dioses. En cuanto a Aristóteles, independientemente del gran reconocimiento que ya en vida contaba, su elección como maestro de Alejandro también estuvo motivada por el gran aprecio que Filipo le tenía, pues el padre de Aristóteles se había desempeñado como médico del monarca. 

Una anécdota narra, cómo cierto día, el maestro se dirigió a sus estudiantes —todos de estirpe noble, entre ellos Alejandro—, preguntándoles cómo lo tratarían una vez que heredaran los tronos de sus padres. Todos le respondieron prometiéndole regalos y distinciones, y sólo Alejandro manifestó su incertidumbre por el destino, valiéndole la aprobación total de Aristóteles, quien le dijo que sería el más grande de los reyes. 

Gracias a Plutarco, se tiene registro del alto interés de Alejandro por el conocimiento. Cuando supo de la publicación que Aristóteles había hecho sobre algunas cosas reveladas a él y sus compañeros, le dirigió una carta en donde, además de saludarle, le manifestaba su lamento de que dicho saber hubiera sido difundido al público: “Te confieso, mi deseo de superar al vulgo en conocimientos es mayor, que el ímpetu de expandir mi poder”. 

Al respecto, es posible que, en la carta de vuelta, Aristóteles le hiciera la observación de que, si bien era cierto que había dado cierta difusión de su ciencia, eso no implicaba que cualquiera pudiera comprenderle, pues solamente aquellos de mente y estudio selectos serían capaces. 

El gusto de Alejandro por el aprendizaje constante y la lectura es otra de sus facetas interesantes. No sólo sentía curiosidad por la cultura de su pueblo, sino también por la de las tierras conquistadas. Se sabe que durante sus campañas buscó hacerse de diversos textos, a fin de penetrar en los misterios del mundo oriental. 

 

“El conocimiento habla
y la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).