martes, 21 de julio de 2020

PUEBLO AZTECA: "El Estado Mexica se fundaba en la religión. Los dioses ancestrales de los Calpulli estaban considerados divinidades sujetas a deidades superiores. Estos seres eran los que dirigían el destino del pueblo, marcando las directrices al gobernante supremo".

"Totoquihuatzin"; Jardín de la Triple Alianza, Ciudad de México.

PUEBLO AZTECA: UN IMPERIO ORGANIZADO 

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a ambición puede que haya sido el impulso más poderoso de los aztecas —o al menos eso es lo que varios estudiosos opinan—, al ser el ímpetu de dominación algo que quedó de manifiesto a lo largo de su existencia. La transición como grupo primitivo a civilización, dio lugar no sólo a una organización política, social y religiosa, sino ante todo militar. 

Independientemente de los jefes militares, el ejército y los tributos —en los que solía exigírsele a ciertos pueblos la entrega periódica de armas—, el espionaje fue una cuestión recurrente, llevada a cabo estratégicamente por los mercaderes, principalmente, gracias a su desplazamiento hacia los pueblos vecinos. 

La tribu iría progresivamente evolucionando. Cuando los conquistadores españoles arribaron a Mesoamérica, este proceso se vio truncado, siendo sustituido por el sincretismo. Previamente a esto, la figura de la familia y los gremios de artesanos cobraron fuerza dentro de la sociedad mexica. Los distintos clanes comenzaron a agruparse en nuevas instituciones, conocidas como Calpulli, cuyo significado era “Casa grande”. Los miembros de cada “Casa” contaban con un vínculo de sangre especial, afirmando que su antepasado común era un dios en particular. 

En lo que a este punto concierne, el Estado Mexica se fundaba en la religión. Los dioses ancestrales de los Calpulli estaban considerados divinidades sujetas a deidades superiores. Estos seres eran los que dirigían el destino del pueblo, marcando las directrices al gobernante supremo de los aztecas: el Hueyi Tlatoani, “el gran orador”. No sólo era el representante de los dioses en la tierra, sino que su vínculo con ellos era de sangre. Por este motivo, el poder era hereditario, buscando proteger el linaje sagrado. Al ser de naturaleza divina, los súbditos y, sobre todo el pueblo, no debían mirarle a los ojos cuando se dirigían a él. 

El Calpulli era una organización ampliamente estructurada. Cada uno contaba con un nombre, ritos y simbología en particular. Los integrantes tenían encomendadas tareas específicas, desempeñándose en distintos ámbitos laborales, incluyendo la educación de los más jóvenes. 

Además, sobresalía la figura del Calpolec, como era llamado el líder del consejo de los ancianos, quien era el encargado de la administración de justicia y de la repartición de tierras. Las tierras debían estar siempre en producción, razón por la cual, si un campesino a cargo moría y no contaba con heredero alguno, las tierras eran devueltas al Calpolec para su posterior distribución. El cultivo de la tierra era obligatorio, siendo acreedor a duras sanciones quien desacatara la orden. 

De cada grupo se elegía a un integrante para el Tlatocan o “Consejo Supremo”, el cual estaba conformado por los jefes de las distintas ciudades importantes. Por otro lado, en las altas esferas, había dos jefes supremos, uno civil y otro militar. El primero era designado como Cihuacóatl (serpiente hembra), y el segundo Tlacatecutli (jefe de hombres). 

Cabe resaltar que este último personaje era el mismo Emperador, sólo que bajo su faceta de jefe militar; mientras que en su designación como Hueyi Tlatoani se aludía a su autoridad religiosa y política. De cualquier modo, ambos títulos estaban unificados, bajo el culto a la personalidad. 

 

“El conocimiento habla
y la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).