miércoles, 22 de julio de 2020

TRIBUTO ATENIENSE: "La ciudadanía ateniense fue objeto de debate entre los dirigentes. Esto era de suma relevancia, toda vez que el derecho a participar en los asuntos políticos debía quedar definido. A su vez, el pago de impuestos también estaba condicionado a la calidad de cada individuo del pueblo".

Fuente de la imagen: Pixabay.

TRIBUTO ATENIENSE: IMPUESTOS EN LA ANTIGÜEDAD 

A

tenas, independientemente de los análisis sobre su aportación cultural a la tradición occidental, no puede ser comprendida si se prescinde de la cuestión pecuniaria. Como todo Estado, la economía era un factor de vital importancia, siendo de gran interés abordar dicho tema, el cual ha llamado la atención de los estudiosos del pasado. 

El Estado contaba con ciertos recursos para su explotación, siendo los principales las minas y las salinas. Aparte de esto, los ciudadanos estaban sujetos a las obligaciones tributarias, propias de cualquier sociedad estatal, incluyendo a los extranjeros. En caso de irregularidades con los bienes, se contemplaba la figura de la confiscación, aunque de igual forma, un ingreso importante era el consistente a las donaciones recibidas por parte del mismo pueblo. 

Los impuestos no eran iguales, pues dependía de las personas a las que fueran dirigidos. Así, los extranjeros debían pagar un importe determinado en base a la cantidad de individuos por núcleo familiar, dependiendo de cuantos varones y mujeres había. Los impuestos también estaban dirigidos al comercio, bien si se trataba de importación o exportación de productos. Por su parte, los comerciantes estaban sujetos a regulación al ofrecer sus productos en el ágora, pues al tratarse éste del corazón de la ciudad, la concurrencia de la gente estaba garantizada. 

Los poderosos debían cumplir con la liturgia, la cual consistía en la financiación de determinadas necesidades del Estado y del pueblo cada cierto tiempo: festividades importantes, ceremonias, torneos deportivos; e incluso cuestiones de mantenimiento de edificios públicos y del ejército. 

Podía darse el caso de que, aquellos sujetos a este régimen, se vieran inconformes. Los atenienses permitían las quejas, incluso cuando éstas se fundamentaban en que otro ciudadano era más acaudalado que el inconforme, y que, por lo tanto, debía contribuir igual o en mayor medida. Los veredictos variaban, desde liberar al quejoso de determinado impuesto, hasta el de compartir las obligaciones entre ambos, o sencillamente se tomaba como improcedente, cuando la investigación así arrojaba. 

Ahora bien, dos eran los impuestos extraordinarios que la legislación ateniense contemplaba en situaciones extremas y de emergencia: el cisphorá y el eikosté. El primero recaía en bienes muebles e inmuebles, debiendo ser cubierto por los ciudadanos; mientras que el segundo iba dirigido a aquellas mercancías que eran transportadas a través de los puertos, pero liberando al pueblo de dicho gravamen. 

No obstante, el impuesto de mayor magnitud, que los historiadores reconocen, fue el denominado: foros. Esta obligación tributaria debía ser cubierta por las ciudades que formaban parte de la regulación marítima del Estado. Su cumplimiento debía ser en tiempo y forma, pues de lo contrario, las ciudades irresponsables eran acreedoras a duras amonestaciones. 

Con el paso de los años, la cuestión referente a la ciudadanía ateniense fue objeto de debate entre los dirigentes. Esto era de suma relevancia, toda vez que el derecho a participar en los asuntos políticos debía quedar definido. A su vez, el pago de impuestos también estaba condicionado a la calidad de cada individuo del pueblo. 

 

“El conocimiento habla
y la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).