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ABRACADABRA: FÓRMULA MISTERIOSA
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ajo la afirmación: “en el principio era el verbo”, el Evangelio de Juan da inicio al texto sagrado. Una frase que, de acuerdo con la interpretación de los exégetas, estaría aludiendo a la figura de Jesucristo, signo y ejecutor de la Palabra divina. Fascinante resulta, cuando al ahondar en las distintas religiones y culturas del mundo, nos percatamos que el poder de la palabra ha sido siempre una cuestión de suma importancia, si no es que esencial en la visión del ser humano.
El Tlatoani, el emperador azteca (“el gran orador”) debía su nombre a la habilidad que ostentaba en el dominio del verbo, cuya finalidad no podía ser otra sino la cohesión, la dirección y la armonía del pueblo por mandato divino. En Mesoamérica, las frecuencias emitidas por la concha de caracol eran sagradas, representación de Quetzalcóatl, quien a su vez era retratado con espirales en los pómulos, aludiendo al sonido divino.
En el Budismo y el Hinduismo, los mantras son sonidos que encierran una potente carga psicológica y espiritual, dotados de la capacidad para curar el cuerpo y el alma de las personas, permitiéndoles entrar en contacto con la fuente del Universo. Es así, como el om ha llegado a ser considerado un auténtico himno sagrado, “el canto u oración vibrante”, el sonido del cual han surgido todos los demás: la primera palabra divina.
Visto desde un ángulo científico, hoy sabemos —gracias a la Física Moderna— que la materia, en sí, es energía vibrando, existiendo la posibilidad de invertir el proceso y retornando al origen.
Los nórdicos, por su parte, agradecían al dios Odin su inmolación voluntaria, la cual trajo como consecuencia su poder sobre las runas, para posteriormente hacer entrega de éstas a los hombres. Este alfabeto, empleado de la manera adecuada, se decía que era capaz de cumplir los deseos y propósitos del mago. De allí la consigna ritual: “aprende a marcarlas, aprende a leerlas, aprende a colorearlas, aprende a evocarlas, aprende a dispersarlas”. El vocablo “runa” significa “susurro”, en referencia al poder del verbo.
Abracadabra es una antigua palabra cuyo origen es incierto. De las primeras referencias que existen, se encuentra el Libro de Medicina de Quinto Sereno, quien relataba el empleo de amuletos con dicha inscripción en forma de triángulo, por parte de ciertos enfermos.
Esta capacidad curativa, independientemente de su misteriosa procedencia, estaría dada por conformarse de once letras. El número 11, desde la antigüedad, ha estado dotado de gran simbología y poder. Desde luego, la escritura depende de la lengua que se maneje.
Algunos eruditos han propuesto que su significado podría ser traducido como: “iré creando conforme hable” o “creo mientras hablo”. Sin embargo, no existe certeza al respecto. Asimismo, otra fórmula misteriosa es “hocus pocus”, misma que algunos han identificado con abracadabra, señalando su origen a consecuencia de la burla de los paganos hacia los cristianos durante la misa, por el empleo de la expresión latina: “Hoc est enim Corpus meum” (“esto es mi Cuerpo”).