domingo, 4 de abril de 2021

EL KHVARENAH: "Energía misteriosa que recubría a los soberanos con gloria y esplendor divinos, dotándolos de dicha y bendición para llevar a cabo su misión en la Tierra. He aquí el motivo de la permanencia de su linaje en el poder. Un atributo, una encomienda de los dioses inmortales".

Fuente de la imagen: Pixabay.

EL KHVARENAH: LA SUSTANCIA DIVINA DEL PODER 

E

l vocablo Khvarenah, quizá poco conocido en Occidente, jugó un papel de trascendental magnitud dentro de la cultura de la Antigua Persia. Dicho concepto, aludía a una energía misteriosa que recubría a los soberanos con gloria y esplendor divinos, dotándolos, al mismo tiempo, de dicha y bendición celestial para llevar a cabo su misión en la Tierra. He aquí el motivo de la permanencia del monarca y de su futuro linaje en el poder: un atributo, una encomienda de los dioses inmortales. 

A través de los siglos, la influencia de la cultura persa cobraría mayor fuerza más allá de los límites del antiguo reino. Un caso interesante por citar es el de Georgia, cuyo origen etimológico se adjudica a la devoción popular a San Jorge. No obstante, otra versión identifica su origen con la palabra persa gurğān, cuya traducción es “lobo”. 

A propósito de la historia georgiana, la Dinastía Pharnavazid, la cual se extendería alrededor de los primeros años de nuestra era, debe su nombre al legendario Pharnavaz I, personaje mítico fundador de la realeza de Iberia y cuyo linaje, se afirmaba, provenía directamente del Noé de las Sagradas Escrituras. Muchos académicos identifican la raíz del nombre de Pharnavaz y su consiguiente dinastía con una variante textual del concepto persa “khvarenah”, mencionado al inicio de este artículo. De este modo, el rey manifestaba la legitimación de su familia ante las generaciones futuras. 

El legendario Jamshid —monarca persa citado en el “Libro de los Reyes” del poeta Ferdousí—, era un claro ejemplo de un hombre que contaba con la aprobación divina para gobernar, sustentado en el khvarenah. De acuerdo con la tradición, el dios supremo y omnisciente Ahura Mazda, concedió desde los orígenes de las primeras tribus persas, la responsabilidad de dirigir a su pueblo a un pastor bueno, quien instruyó a los hombres bajo los designios de la suprema divinidad. 

En algún momento de la Historia, este personaje fue asociado con Jamshid, conocido por sus súbditos como el cuarto rey del mundo. Su erudición y profunda sabiduría dieron como fruto el desarrollo de diferentes inventos que consolidarían a los persas como pueblo civilizador. 

De igual modo que con el mito del rey Salomón para los judíos, a Jamshid se le atribuía la facultad de dominar a los demonios y ángeles para ponerlos a su servicio, y curiosamente, mucho de su naturaleza se debía al misterio de sus siete anillos. Debido a estas reliquias, el soberano había accedido a la inmortalidad y al conocimiento del mundo. 

Durante el tiempo del reinado del monarca, la leyenda asegura que Persia entró en su época dorada, a un grado tal, que ni la muerte ni la enfermedad afligieron a la gente. Incluso, un relato asegura que el vino fue conocido por los persas durante este período, cuando una joven del harén del rey lo descubrió accidentalmente tras beber restos de uva fermentada. Asimismo, la tradición sitúa el festejo del nuevo año persa, conocido como “Nouruz”, en esta etapa. 

Por desgracia, llegó el momento en que Jamshid, embriagado ante tanta riqueza, se olvidó de Ahura Mazda, glorificándose de su propia grandeza y ofendiendo al dios. Fue entonces cuando el khvarenah salió de él y quedó a merced de sus enemigos. Murió asesinado y, a partir de entonces, la gloria de Persia fue perdida. 

 

“El conocimiento habla
y la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).