jueves, 1 de abril de 2021

LA RUSALKA: "Al estar condenada a radicar en un sitio, podía salir del agua y cantar desde lo alto de un árbol. Mujer encantadora, peligro para los viajeros masculinos que, de escuchar su canto, caían víctimas de su melodiosa voz. Ciertos relatos nos hablan de Rusalkas que se enamoraron de mortales".

Fuente de la imagen: Pixabay.

LA RUSALKA: LA TRÁGICA NINFA ESLAVA 

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ompartiendo un vínculo muy estrecho, en lo que respecta a las creencias religiosas de los antiguos protoindoeuropeos, la mitología eslava protagonizaría su desarrollo a lo largo de más de dos mil años en el Viejo Continente. Como referencia introductoria, los historiadores reconocen a tres importantes grupos de este tronco racial europeo de la antigüedad: eslavos occidentales, eslavos orientales y eslavos meridionales. 

Al igual como sucede con los diversos sistemas de creencias religiosas alrededor del mundo, el pueblo eslavo fue rico por su dogma, narraciones y leyendas transmitidas a lo largo del tiempo. El ser humano no transitaba solo en la Tierra, sino que fuerzas extrañas, incomprensibles e incluso maléficas, lo acompañaban el resto de su vida. La leyenda de la Rusalka es un caso interesante dentro de este antiguo folclor y que bien merece la pena tratar. 

Desde la Grecia Antigua, del mismo modo que en las diferentes civilizaciones que le antecedieron, las entidades sobrenaturales guardaban una jerarquía dentro del panteón divino. Una ninfa solía ser asociada a una criatura femenina guardiana de una región natural determinada, bien un bosque, una fuente de agua, una colina, etc. 

Y aunque su naturaleza casi siempre era identificada como benevolente, en ocasiones podía ser todo lo contrario. La Rusalka, por ejemplo, se decía que era un espíritu asociado a la muerte; almas de mujeres fallecidas en trágicas circunstancias en —o junto a— mantos de agua. Había quienes aseguraban que se trataba de féminas que, tras no haber recibido el Bautismo, habían perdido la vida. 

Al estar condenada a radicar en un sitio en particular, la Rusalka podía salir del agua y cantar desde lo alto de un árbol. Su apariencia era la de una mujer encantadora, peligro para los viajeros masculinos que, de escuchar su canto, caían víctimas de su melodiosa voz, sólo para ser conducidos a una funesta muerte. Esta naturaleza maligna las hizo ser identificadas como súcubos —luego del sincretismo religioso tras la llegada del Cristianismo—, entidades demoníacas femeninas cuyo objetivo es alimentarse de la energía viril a costa del daño a la persona. 

Este respeto de los habitantes hacia ellas, entre otras cuestiones relacionadas a la buena cosecha, dio lugar a la antigua celebración eslava del “Sémik” o “Semana de la Rusalka”, misma en la que los pobladores, a fin de apaciguarlas, les ofrecían distintos presentes a las orillas de lagos y ríos. Se pensaba que, con este gesto de buena voluntad, cabría la posibilidad de que las Rusalkas llegaran a ser benevolentes o incluso, que descansaran en paz finalmente. 

Durante el siglo XV un curioso fenómeno azotó a Europa, cuyas auténticas causas continúan hoy teorizándose por los expertos. La Danzamanía, como hoy se le conoce a este “trastorno”, consistió en el baile prolongado de decenas de personas que culminaban éste sólo hasta agotarse, o hasta la muerte misma. Los eslavos creían que las Rusalkas eran las causantes de dicho mal. 

A pesar de la mala fama y el temor que estas criaturas infundían, ciertos relatos nos hablan de Rusalkas que se enamoraron de mortales, y que gracias a la fidelidad de su unión con ellos, finalmente encontraron la paz. 

 

“El conocimiento habla
y la sabiduría escucha”
(Jimi Hendrix, 1942-1970).